El poder del amor
El amor es poder. Este principio encierra fuerza intelectual y
moral, que no se puede separar de él. El poder de la riqueza tiende a
corromper y a destruir. El poder de la fuerza es grande para hacer
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daño; pero la excelencia y el valor del amor puro consiste en su
eficiencia para hacer bien, solamente el bien.
Cualquier cosa que se haga por puro amor, por pequeña o despre-
ciable que sea a la vista de los hombres, es completamente fructífera,
porque Dios considera más con cuánto amor se trabajó que la canti-
dad lograda.
El amor es de Dios. El corazón inconverso no puede dar origen ni
producir esta planta cultivada por el cielo, porque ésta vive y florece
solamente donde Cristo reina...
El amor no obra por ganancia o recompensa; sin embargo, Dios
ha manifestado que toda labor de amor tendrá una ganancia como
seguro resultado. Su naturaleza es difusiva, y obra en forma tranquila,
sin embargo, es poderoso en su propósito de vencer grandes males.
Su influencia enternece y transforma, y al apoderarse de la vida de
los pecadores afecta su corazón aun cuando ningún otro medio haya
tenido éxito.
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Dondequiera que se emplee el poder del intelecto, de la autoridad
o de la fuerza, y no se manifieste la presencia del amor, los afectos y
la voluntad de aquellos a quienes procuramos alcanzar, asumen una
actitud defensiva y rebelde, y su resistencia se multiplica...
El amor puro es sencillo en sus manifestaciones, y distinto de
cualquier otro principio de acción. El amor por la influencia y el
deseo de que otros nos estimen, pueden producir una vida bien or-
denada, y con frecuencia una conversación sin mancha. El respeto
propio puede inducirnos a evitar la apariencia del mal. Un corazón
egoísta puede ejecutar acciones generosas, reconocer la verdad pre-
sente y expresar humildad y afecto exteriormente, y sin embargo, los
motivos pueden ser engañosos e impuros; las acciones que fluyen de
un corazón tal pueden estar privadas del sabor de vida, de los frutos
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