No debemos amoldarnos a las costumbres del
mundo
Los que no quieran ser víctimas de las trampas de Satanás, deben
guardar bien las avenidas del alma; deben evitar el leer, mirar u oír lo
que podría sugerir pensamientos impuros. No se debe permitir que
la mente se espacie al azar en cualquier tema que sugiera el enemigo
de nuestras almas. Hay que vigilar fielmente el corazón, porque los
males de afuera despertarán los males de adentro, y el alma vagará
en tinieblas
A fin de ser sabios, los que quieran tener la sabiduría de Dios
deben llegar a parecer insensatos con respecto al conocimiento peca-
minoso de esta época. Deben cerrar los ojos para no ver ni aprender
el mal. Deben taparse los oídos, para no percibir lo malo ni obtener
un conocimiento que mancillaría la pureza de sus pensamientos y
actos. Y deben guardar su lengua para no expresar comunicaciones
corruptas y para que no se halle engaño en su boca
Se nos ordena que crucifiquemos la carne, con los afectos y las
concupiscencias. ¿Cómo lo haremos? ¿Infligiremos dolor al cuerpo?
No, pero daremos muerte a la tentación a pecar. Debe expulsarse el
pensamiento corrompido. Todo intento debe someterse al cautiverio
de Jesucristo. Todas las propensiones animales deben sujetarse a las
facultades superiores del alma. El amor de Dios debe reinar supremo;
Cristo debe ocupar un trono indiviso. Nuestros cuerpos deben ser
considerados como su posesión adquirida. Los miembros del cuerpo
han de llegar a ser instrumentos de la justicia
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