Página 155 - Consejos para los Maestros (1971)

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Capítulo 25—La enseñanza por la naturaleza
Aunque la Biblia debe ocupar el primer lugar en la educación de
los niños y jóvenes, el libro de la naturaleza le sigue en importancia.
Las obras creadas por Dios testifican de su amor y poder. El ha
llamado al mundo a la existencia, con todo lo que contiene. Dios
ama lo bello; y en el mundo que ha preparado para nosotros, no
sólo nos ha dado todo lo necesario para nuestra comodidad, sino
que ha llenado los cielos y la tierra de belleza. Vemos su amor y
cuidado en los ricos campos del otoño, y su sonrisa en la alegre luz
del sol. Su mano ha hecho las rocas como castillos y las sublimes
montañas. Los altos árboles crecen a su orden; él ha extendido la
verde y aterciopelada alfombra de la tierra, y la ha tachonado de
arbustos y flores.
¿Por qué revistió él la tierra y los árboles de verde vivo, en vez
de un marrón oscuro y sombrío? ¿No es acaso para que fuesen más
agradables a la vista? ¿Y no se llenará nuestro corazón de gratitud
al ver las evidencias de su sabiduría y amor en las maravillas de su
creación?
La misma energía creadora que sacó el mundo a la existencia,
sigue manifestándose en el sostenimiento del universo y en la con-
tinuación de las operaciones de la naturaleza. La mano de Dios
guía los planetas en su marcha ordenada a través de los cielos. No
se debe a un poder inherente que la tierra continúe su movimiento
en derredor del sol año tras año, y produzca sus bendiciones. La
palabra de Dios controla los elementos. El cubre los cielos de nubes
y prepara lluvia para la tierra. Hace fructíferos los valles, y “hace a
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los montes producir hierba”.
Salmos 147:8
. Por su poder florece la
vegetación, aparecen las hojas y se abren las flores.
Todo el mundo natural está destinado a ser intérprete de las cosas
de Dios. Para Adán y Eva en su hogar del Edén, la naturaleza estaba
llena del conocimiento de Dios, rebosante de instrucción divina.
Para sus oídos atentos, hacía repercutir la voz de la sabiduría. La
sabiduría hablaba al ojo y era recibida en el corazón; porque ellos
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