Página 230 - Consejos para los Maestros (1971)

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Consejos para los Maestros
No siempre ganan la carrera los veloces, ni la batalla los fuertes;
y los que son diligentes en los negocios no siempre prosperan. Pero
“la mano de los diligentes enriquece”. Y mientras la indolencia y
la somnolencia agravian al Espíritu Santo y destruyen la verdadera
piedad, también llevan a la pobreza y a la necesidad. “La mano
negligente empobrece”.
Proverbios 10:4
.
El trabajo juicioso es tónico para la familia humana. Hace fuertes
a los débiles, ricos a los pobres, felices a los desgraciados. Satanás
está en acecho, listo para destruir a aquellos que en su tiempo libre
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le dan oportunidad de acercarse a ellos bajo algún disfraz atrayente.
Nunca tiene más éxito que cuando se acerca a los hombres en sus
horas de ocio.
La lección de laboriosidad y contentamiento
Entre los males resultantes de las riquezas, uno de los mayores es
la idea corriente de que el trabajo es degradante. El profeta Ezequiel
declara: “He aquí que esta fue la maldad de Sodoma tu hermana:
soberbia, saciedad de pan y abundancia de ociosidad tuvieron ella y
sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso”.
Ezequiel 16:49
. Aquí se nos presentan los terribles resultados de
la ociosidad, que debilita la mente, degrada el alma y pervierte el
entendimiento haciendo una maldición de lo que fue dado como
una bendición. Los hombres y mujeres que trabajan son los que ven
cosas grandes y buenas en la vida, y son los que están dispuestos a
llevar sus responsabilidades con fe y esperanza.
Muchos de los que siguen a Cristo tienen que aprender todavía
la lección esencial del contentamiento y la diligencia en los deberes
necesarios de la vida. Requiere más gracia, y más severa disciplina
de carácter el trabajar para Dios como mecánico, negociante, abo-
gado o agricultor, cumpliendo los preceptos del cristianismo en los
negocios de la vida, que el trabajar como misioneros reconocidos.
Se requiere vigoroso nervio espiritual para introducir la religión
en el taller, la oficina, santificando los detalles de la vida diaria, y
ordenando toda transacción de acuerdo con la norma de la Palabra
de Dios. Pero esto es lo que el Señor requiere.
El apóstol Pablo consideraba la ociosidad como un pecado.
Aprendió el oficio de hacer tiendas en todos sus detalles, impor-