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Capítulo 28—La veracidad
Sean los padres modelos de veracidad
—Los padres y los
maestros deben ser veraces delante de Dios. Vuestra vida esté libre
de prácticas engañosas. No se halle culpa en vuestros labios. Aun-
que sea desagradable para vosotros en un momento dado, vuestra
conducta, vuestras palabras y vuestras obras manifiesten rectitud
ante la vista del Santo Dios. ¡Oh, el efecto de la primera lección de
engaño ha sido terrible! ¿Se entregarán a la práctica del engaño y la
mentira los que pretenden ser hijos e hijas de Dios?
No permitáis que vuestros hijos tengan motivo para excusarse
diciendo: Mamá no dice la verdad: papá no dice la verdad. Cuando
seáis juzgados en las cortes celestiales, ¿se pondrá junto a vuestro
nombre que sois engañadores? ¿Serán pervertidos vuestros hijos por
el ejemplo de los que deberían guiarlos por los caminos de la verdad?
En vez de esto, ¿no debería penetrar el poder transformador de Dios
en el corazón de los padres? ¿No deberia permitirse al Espíritu Santo
de Dios que imprima su marca sobre los niños?
No puede esperarse que los niños sean completamente cándidos.
Pero existe el peligro de que los padres, por un trato desacertado,
destruyan el candor que debería caracterizar a la experiencia infantil.
Los padres, por palabra y acción, deberían hacer todo lo posible
por conservar la sencillez sin artificios. A medida que los hijos
crecen, los padres no deberían proporcionar la menor ocasión para
la siembra de esa semilla que se desarrollará hasta convertirse en
engaño y falsedad, y que madurará en hábitos de desconfianza.—
The
Review and Herald, 13 de abril de 1897
.
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No mintáis nunca
—Los padres deberían ser modelos de vera-
cidad, porque ésta es la lección diaria que debe imprimirse en el
corazón de los niños. Principios inconmovibles deberían dirigir a
los padres en todas las ocupaciones de la vida, especialmente en la
educación y enseñanza de sus hijos. “Aun el muchacho es conocido
por sus hechos, si su conducta fuere limpia y recta”.—
Good Health,
enero de 1880
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