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Capítulo 29—Honradez e integridad
La práctica y la enseñanza de la honradez
—Es indispensable
que se practique la honradez en todos los detalles de la vida de la
madre, y en la educación de los hijos, es importante que se enseñe a
las niñitas y a los niñitos, a no mentir o engañar en lo más mínimo.—
Carta 41, 1888
.
La norma que Dios requiere
—Dios quiere que los hombres
que están a su servicio, bajo su estandarte, sean estrictamente honra-
dos, de carácter irreprochable, que sus lenguas no pronuncien nada
que se parezca a la mentira. La lengua debe ser veraz, los ojos deben
ser veraces, las acciones deben ser integras como las que Dios puede
encomiar. Estamos viviendo ante la presencia de un Dios santo,
quien declara solemnemente: “Yo conozco tus obras”. El ojo divino
nos contempla continuamente. No podemos ocultar un solo acto
ofensivo para Dios. Muy pocos comprenden la verdad de que Dios
es testigo de cada una de nuestras acciones.—
Carta 41, 1888
.
Los que comprendan su dependencia de Dios, sentirán que deben
ser honrados con sus semejantes y, sobre todo, deben serlo con Dios,
de quien proceden todas las bendiciones de la vida.
La evasión del mandamiento positivo dado por Dios concerniente
a los diezmos y las ofrendas se registra en los libros del cielo como
un robo hecho contra él.—
Counsels on Stewardship, 77, 78
.
Pesos y medidas honrados
—Un hombre honrado, según la me-
dida de Cristo, es el que manifiesta integridad inquebrantable. Las
pesas engañosas y las balanzas falsas con que muchos tratan de
aumentar sus intereses en el mundo, son abominación a la vista
de Dios. . . . La firme integridad resplandece como el oro entre la
escoria y la basura del mundo.
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Se pueden pasar por alto y ocultar a los ojos de los hombres
el engaño, la mentira y la infidelidad, pero no a los ojos de Dios.
Los ángeles del Señor, que vigilan el desarrollo de nuestro carácter
y pesan nuestro valor moral, registran en los libros del cielo es-
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