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Conducción del Niño
un baluarte moral en torno de sus hijos que los defenderá de las
desgracias y crímenes causados por la intemperancia. No se debiera
dejar que los hijos actúen a su capricho, desarrollando indebida-
mente rasgos que debieran ser cortados en flor; sino que debieran
ser cuidadosamente disciplinados y educados para que se alisten de
parte de lo correcto, de la reforma y la abstinencia. Entonces tendrán
independencia moral en cada crisis para hacer frente a la tormenta
de oposición que seguramente asaltará a los que se colocan del lado
de la verdadera reforma.—
Temperance, 214, 215
.
Con frecuencia la intemperancia es el resultado de la com-
placencia en el hogar
—Se hacen grandes esfuerzos en nuestro país
para dominar la intemperancia, pero se encuentra que es difícil do-
minar y encadenar al león que ya ha crecido. Si la mitad de esos
esfuerzos se dedicara a instruir a los padres en cuanto a su respon-
sabilidad al formar los hábitos y caracteres de sus hijos, sería mil
veces mejor el resultado que el que se obtiene ahora. Deseamos
buena suerte a todos los obreros en la causa de la temperancia;
pero los invitamos a mirar más profundamente la causa del mal
contra el cual combaten y que avancen en la reforma más cabal y
consistentemente.—
The Review and Herald, 23 de septiembre de
1884
.
A fin de llegar a la raíz de la intemperancia debemos ir más
allá del uso del alcohol o el tabaco. La ociosidad, la falta de ideal,
las malas compañías, pueden ser las causas que predispongan a la
intemperancia. A menudo se las halla en la mesa del hogar de las
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familias que se consideran estrictamente temperantes. Todo lo que
desordene la digestión, que cree una excitación mental anormal, o
que de cualquier modo enerve el organismo, perturbando el equi-
librio de las facultades mentales y físicas, debilita el dominio de
la mente sobre el cuerpo y tiende así hacia la intemperancia. Si se
buscara el motivo de la caída de más de un joven promisorio, se
llegaría a apetitos anormales creados por un régimen alimentario
malsano.—
La Educación, 198, 199
.
Las comidas de nuestro pueblo norteamericano [y esto tiene
indudable aplicación en muchos otros países] están generalmente
preparadas de tal manera que forman ebrios. El apetito es el princi-
pio dominante para muchos. Cualquiera que complazca el apetito
comiendo con demasiada frecuencia y alimentos que no sean sa-