Página 183 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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Capítulo 11—La protesta de los príncipes
Uno de los testimonios más nobles dados en favor de la Reforma,
fué la protesta presentada por los príncipes cristianos de Alemania,
ante la dieta de Spira, el año 1529. El valor, la fe y la entereza de
aquellos hombres de Dios, aseguraron para las edades futuras la
libertad de pensamiento y la libertad de conciencia. Esta protesta
dió a la iglesia reformada el nombre de protestante; y sus principios
son “la verdadera esencia del protestantismo.”—D’Aubigné, lib. 13,
cap. 6.
Había llegado para la causa de la Reforma un momento sombrío
y amenazante. A despecho del edicto de Worms, que colocaba a
Lutero fuera de la ley, y prohibía enseñar o creer sus doctrinas, la
tolerancia religiosa había prevalecido en el imperio. La providencia
de Dios había contenido las fuerzas que se oponían a la verdad.
Esforzábase Carlos V por aniquilar la Reforma, pero muchas veces,
al intentar dañarla, se veía obligado a desviar el golpe. Vez tras vez
había parecido inevitable la inmediata destrucción de los que se
atrevían a oponerse a Roma; pero, en el momento crítico, aparecían
los ejércitos de Turquía en las fronteras del oriente, o bien el rey de
Francia o el papa mismo, celosos de la grandeza del emperador, le
hacían la guerra; y de esta manera, entre el tumulto y las contiendas
de las naciones la Reforma había podido extenderse y fortalecerse.
Por último, los soberanos papistas pusieron tregua a sus disputas
para hacer causa común contra los reformadores. En 1526, la dieta
de Spira había concedido a cada estado plena libertad en asuntos
religiosos, hasta tanto que se reuniese un concilio general; pero en
cuanto desaparecieron los peligros que imponían esta concesión el
emperador convocó una segunda dieta en Spira, para 1529, con el fin
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de aplastar la herejía. Quería inducir a los príncipes, en lo posible,
por medios pacíficos, a que se declararan contra la Reforma, pero si
no lo conseguía por tales medios, Carlos estaba dispuesto a echar
mano de la espada.
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