Página 440 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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El Conflicto de los Siglos
restablecerlo elevando el sábado del cuarto mandamiento a su lugar
legítimo como institución conmemorativa del Creador y signo de su
autoridad.
“¡A la ley y al testimonio!” Aunque abundan las doctrinas y
teorías contradictorias, la ley de Dios es la regla infalible por la cual
debe probarse toda opinión, doctrina y teoría. El profeta dice: “Si
no hablaren conforme a esta palabra, son aquellos para quienes no
ha amanecido.”
Isaías 8:20 (VM)
.
También se da la orden: “¡Clama a voz en cuello, no te detengas!
¡eleva tu voz como trompeta! ¡declara a mi pueblo su transgresión,
a la casa de Jacob sus pecados!” Los que deben ser reconvenidos
a causa de sus transgresiones no son los que constituyen el mundo
impío, sino aquellos a quienes el Señor designa como “mi pueblo.”
Dios dice además: “Y con todo, me buscan de día en día, y tienen
deleite en aprender mis caminos, como si fuera nación que obra
justicia, y que no abandona la ley de su Dios.”
Isaías 58:1, 2 (VM)
.
Aquí se nos presenta a una clase de personas que se creen justas y
parecen manifestar gran interés en el servicio de Dios; pero la severa
y solemne censura del Escudriñador de corazones prueba que están
pisoteando los preceptos divinos.
El profeta indica como sigue la ordenanza que ha sido olvidada:
“Los cimientos de generación y generación levantarás: y serás lla-
mado reparador de portillos, restaurador de calzadas para habitar. Si
retrajeres del sábado tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y al
sábado llamares delicias, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares,
no haciendo tus caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus
palabras; entonces te deleitarás en Jehová.”
Vers. 12-14 (VM)
. Esta
profecía se aplica también a nuestro tiempo. La brecha fué hecha en
la ley de Dios cuando el sábado fué cambiado por el poder romano.
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Pero ha llegado el tiempo en que esa institución divina debe ser
restaurada. La brecha debe ser reparada, y levantados los cimientos
de muchas generaciones.
Santificado por el reposo y la bendición del Creador, el sába-
do fué guardado por Adán en su inocencia en el santo Edén; por
Adán, caído pero arrepentido, después que fuera arrojado de su feliz
morada. Fué guardado por todos los patriarcas, desde Abel hasta
el justo Noé, hasta Abrahán y Jacob. Cuando el pueblo escogido
estaba en la esclavitud de Egipto, muchos, en medio de la idola-