Página 623 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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La desolación de la tierra
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los ídolos que prefirieron a su Creador. Vendieron sus almas por las
riquezas y los placeres terrenales, y no procuraron hacerse ricos en
Dios. El resultado es que sus vidas terminan en fracaso; sus place-
res se cambian ahora en amargura y sus tesoros en corrupción. La
ganancia de una vida entera les es arrebatada en un momento. Los
ricos lamentan la destrucción de sus soberbias casas, la dispersión
de su oro y de su plata. Pero sus lamentos son sofocados por el temor
de que ellos mismos van a perecer con sus ídolos.
Los impíos están llenos de pesar, no por su indiferencia pecami-
nosa para con Dios y sus semejantes, sino porque Dios haya vencido.
Lamentan el resultado obtenido; pero no se arrepienten de su mal-
dad. Si pudiesen hacerlo, no dejarían de probar cualquier medio para
vencer.
El mundo ve a aquellos mismos de quienes se burló y a quie-
nes deseó exterminar, pasar sanos y salvos por entre pestilencias,
tempestades y terremotos. El que es un fuego consumidor para los
transgresores de su ley, es un seguro pabellón para su pueblo.
El ministro que sacrificó la verdad para ganar el favor de los
hombres, discierne ahora el carácter e influencia de sus enseñanzas.
Es aparente que un ojo omnisciente le seguía cuando estaba en
el púlpito, cuando andaba por las calles, cuando se mezclaba con
los hombres en las diferentes escenas de la vida. Cada emoción
del alma, cada línea escrita, cada palabra pronunciada, cada acción
encaminada a hacer descansar a los hombres en una falsa seguridad,
fué una siembra; y ahora, en las almas miserables y perdidas que le
rodean, él contempla la cosecha.
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El Señor dice: “Curan la llaga de mi pueblo livianamente, dicien-
do: ¡Paz! ¡paz! cuando no hay paz.” “Habéis entristecido el corazón
del justo con vuestras mentiras, a quien yo no he entristecido, y
habéis robustecido las manos del inicuo, para que no se vuelva de su
mal camino, a fin de que tenga vida.”
Jeremías 8:11
;
Ezequiel 13:22
(VM)
.
“¡Ay de los pastores que pierden y que dispersan las ovejas de
mi dehesa! ... He aquí que yo os castigaré por la maldad de vuestros
hechos.” “¡Aullad, oh pastores, y clamad; y revolcaos en ceniza, oh
mayorales del rebaño! porque cumplidos son los días determinados
para vuestro degüello; y os dispersaré, ... y los pastores no tendrán