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La Educación
De suplantador a príncipe de Dios
Pero Dios dice: “Porque no contenderé para siempre, ni por
siempre estaré enojado, pues decaerían ante mí el espíritu y las
almas que yo he creado. Por la iniquidad de su codicia me enojé y
lo herí, escondí mi rostro y me indigné; pero él, rebelde, siguió por
el camino de su corazón. He visto sus caminos, pero lo sanaré y lo
pastorearé; le daré consuelo a él y a sus enlutados [...]. “Paz, paz
para el que está lejos y para el que está cerca”, dice Jehová. “Yo lo
sanaré”
Jacob, en medio de sus dificultades, no fue abrumado. Se había
arrepentido, trató de expiar el mal que le había hecho a su hermano.
Y cuando se vio amenazado de muerte a causa de la ira de Esaú,
buscó ayuda en Dios. “Venció al ángel, y prevaleció; lloró, y le rogó”.
“Y lo bendijo allí
Gracias al poder de Dios, el perdonado dejó de
ser suplantador para convertirse en príncipe con Dios. No solamente
se le libró de la ira de su hermano, sino de sí mismo. Quebrantó el
poder del mal en su propia naturaleza; su carácter fue transformado.
Al final de su vida, Jacob lo comprendió todo. Al repasar su
historia, reconoció el poder sustentador de Dios, “el Dios que me
mantiene desde que yo soy hasta este día, el ángel que me liberta de
todo mal
El mismo caso se repite en la historia de los hijos de Jacob, es
decir, la retribución del pecado por una parte, y el arrepentimiento
que da fruto de justicia para vida, por la otra.
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Dios no anula sus leyes, ni las contradice. No deshace la obra
del pecado: la transforma. Por medio de su gracia, la maldición se
convierte en bendición.
De los hijos de Jacob, Leví fue uno de los más crueles y vengati-
vos, uno de los dos más culpables del asesinato traicionero de los
habitantes de Siquem. Las características de Leví, reflejadas en sus
descendientes, acarrearon sobre estos el decreto de Dios: “Los apar-
taré en Jacob, y los esparciré en Israel
Pero el arrepentimiento dio
por resultado la reforma, y mediante su fidelidad a Dios, en medio
de la apostasía de las otras tribus, la maldición se transformó en una
señal del más alto honor.
“En aquel tiempo apartó Jehová la tribu de Leví para que llevara
el arca del pacto de Jehová, para que estuviera delante de Jehová