Página 200 - La Educaci

Basic HTML Version

196
La Educación
Se debe enseñar a cada joven la necesidad y el poder de la
aplicación. El éxito depende mucho más de esto que del genio o el
talento. Sin aplicación valen poco los más brillantes dones, mientras
que con esfuerzos debidamente dirigidos, las personas de habilidades
naturales comunes han hecho maravillas. Y el genio, cuyos adelantos
nos asombran, casi invariablemente va unido al esfuerzo incansable
y concentrado.
Debe enseñarse a los jóvenes a proponerse el desarrollo de todas
las facultades, tanto de las más débiles como de las más fuertes.
Muchos están inclinados a limitar el estudio a ciertos ramos por
los cuales sienten una afición natural. Se debe evitar este error. Las
aptitudes naturales indican en qué dirección se va a orientar la obra
de la vida y, cuando son legítimas, deberían ser cuidadosamente
cultivadas. Al mismo tiempo debe tenerse presente que un carácter
equilibrado y un trabajo eficiente en cualquier ramo dependen, en
gran manera, del desarrollo simétrico que es el resultado de una
educación completa.
El maestro debería tener constantemente por meta la sencillez
y la eficiencia. Debería enseñar principalmente con ilustraciones y,
aun al tratar con alumnos mayores, debería tener cuidado de que
todas sus explicaciones sean claras y sencillas. Muchos alumnos de
más edad son niños en entendimiento.
El entusiasmo es un elemento importante de la obra educativa.
En cuanto a esto, la observación hecha una vez por un celebrado ac-
tor contiene una útil sugerencia. El arzobispo de Canterbury le había
preguntado por qué los actores al representar una comedia impresio-
naban tan notablemente al auditorio al referirse a cosas imaginarias,
[210]
mientras que los ministros del evangelio impresionaban tan poco
al suyo hablándoles de cosas reales. “Con todo el respeto debido a
vuestra eminencia—contestó el actor—, permitidme deciros que la
razón es sencilla: Es el poder del entusiasmo. Nosotros hablamos en
el escenario de cosas imaginarias como si fueran reales, y vosotros
en el púlpito habláis de cosas reales como si fuesen imaginarias”.
El maestro trata en su trabajo con cosas reales, y debería hablar
de ellas con toda la fuerza y el entusiasmo que puedan inspirar el
conocimiento de su realidad e importancia.
Todo maestro debería cuidar que su trabajo tenga resultados
definidos. Antes de intentar enseñar una materia, debería tener en