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La Educación
esforzarse por obtener una educación, pronto consiguen un empleo
para ganar dinero y satisfacer la pasión por la vestimenta. Y esta
pasión conduce a más de una joven a la ruina.
En muchos hogares los recursos de la familia resultan insuficien-
tes. El padre, incapaz de satisfacer las demandas de la madre y los
hijos, se siente tentado a proceder con deshonestidad, y el resultado
también es la ruina y la deshonra.
Ni siquiera el día de descanso y los cultos se libran del dominio
de la moda. Por el contrario, proporcionan la oportunidad para el
mayor despliegue de su poder. La iglesia se transforma en una espe-
cie de desfile de modas, y se estudian estas más que el sermón. Los
pobres, incapaces de responder a las demandas de la moda, permane-
cen fuera de la iglesia. El día de descanso transcurre en la ociosidad
y, para la juventud, con frecuencia en compañías desmoralizadoras.
En la escuela, el vestido inapropiado e incómodo incapacita a las
niñas para el estudio o la recreación. Sus mentes están preocupadas,
y es tarea difícil para quien enseña despertar su interés.
Para romper el encanto de la moda, el maestro no encuentra a
menudo medio más eficaz que el contacto con la naturaleza. Gusten
los alumnos la delicia de estar junto a un río, un lago o el mar; trepen
por las colinas, contemplen la gloria de la puesta del sol, y exploren
los tesoros del bosque y el campo; conozcan el placer de cultivar
plantas y flores, y la importancia de una cinta o un adorno superfluo
les resultará insignificante.
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Hágase ver a los niños que en la vestimenta, lo mismo que
en el régimen alimentario, la vida sencilla es indispensable para
el pensamiento elevado. Hágaseles ver cuánto hay que aprender y
hacer; cuán preciosos son los días de la juventud como preparación
para la obra de la vida. Ayúdeseles a descubrir los tesoros que hay
en la Palabra de Dios, en el libro de la naturaleza y en las historias
de las vidas nobles.
Diríjanse sus mentes a los dolientes que podrían aliviar. Ayúde-
seles a ver que por cada peso derrochado en lujos, el que lo gasta
se priva de medios de alimentar al hambriento, vestir al desnudo y
consolar al afligido.
No pueden permitirse desperdiciar las gloriosas oportunidades
de la vida, para atrofiar la mente, arruinar la salud y la felicidad,