Página 446 - El Evangelismo (1994)

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El Evangelismo
Muchos suponen que la apariencia, el estilo y la ostentación
harán una gran obra en la tarea de alcanzar a las clases más elevadas.
Pero esto constituye un error. Esas personas pueden detectar tales
cosas. La apariencia tiene algo que ver, en realidad tiene mucho
que ver, con las impresiones que se hagan en las mentes, pero la
apariencia debe tener como respaldo la piedad. Sea manifiesto que
los obreros están unidos con Dios y el cielo. No debiera realizarse
ningún esfuerzo para obtener reconocimiento de parte de los hom-
bres mundanos a fin de dar fama e influencia a la obra en estos
últimos días. El arte de practicar lo que se cree es una joya. Nuestra
fe, nuestra vestimenta y nuestro comportamiento deben estar en ar-
monía con el carácter de nuestra obra, la presentación del mensaje
más solemne que alguna vez se haya dado al mundo.
Nuestra obra consiste en conseguir que los hombres crean en la
verdad, en ganarlos mediante la predicación y también el ejemplo,
por medio de vidas piadosas. Hay que practicar la verdad en toda
circunstancia, demostrando la compatibilidad de la fe con la práctica.
El valor de nuestra fe se manifestará mediante los frutos que pro-
duzca. El Señor puede impresionar, e impresionará, a los hombres
con nuestro intenso fervor. Nuestra vestimenta, nuestro comporta-
miento, nuestra conversación y la profundidad de una experiencia
creciente en los asuntos espirituales, todo esto debe demostrar que
los principios de la verdad que manejamos son una realidad para
nosotros. En esta forma la verdad resultará impresionante como un
gran todo, y se impondrá al intelecto. La verdad, la verdad bíblica,
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debe convertirse en autoridad para la conciencia y en el amor y la
vida del alma.—
Carta 121, 1900
.
No palabras sino obras
—Con respecto a la tarea de dar a co-
nocer nuestra fe no hay que hacer ningún esfuerzo decidido para
ocultarla, y no hay que llevar a cabo ningún esfuerzo impruden-
te para hacerla prominente. Acudirán al sanatorio personas que se
encuentran en condición favorable para ser impresionadas por la
verdad. Si formulan preguntas acerca de nuestra fe sería adecuado
manifestar lo que creemos, en forma clara y sencilla. La piedad que
mora en el interior imparte un poder a la conducta del verdadero
creyente, que lo convierte en una influencia para el bien.
Pero en este asunto debiéramos obrar con discreción. Hay per-
sonas concienzudas que piensan que su deber consiste en hablar