Página 334 - El Ministerio de Curacion (1959)

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Ayuda en la vida cotidiana
Hay en la vida tranquila y consecuente de un cristiano puro
y verdadero una elocuencia mucho más poderosa que la de las
palabras. Lo que un hombre es tiene más influencia que lo que dice.
Los emisarios enviados a Jesús volvieron diciendo que nadie
había hablado antes como él. Pero esto se debía a que jamás hombre
alguno había vivido como él. De haber sido su vida diferente de
lo que fué, no hubiera hablado como habló. Sus palabras llevaban
consigo un poder que convencía porque procedían de un corazón
puro y santo, lleno de amor y simpatía, de benevolencia y de verdad.
Nuestro carácter y experiencia determinan nuestra influencia
en los demás. Para convencer a otros del poder de la gracia de
Cristo, tenemos que conocer ese poder en nuestro corazón y nuestra
vida. El Evangelio que presentamos para la salvación de las almas
debe ser el Evangelio que salva nuestra propia alma. Sólo mediante
una fe viva en Cristo como Salvador personal nos resulta posible
hacer sentir nuestra influencia en un mundo escéptico. Si queremos
sacar pecadores de la corriente impetuosa, nuestros pies deben estar
afirmados en la Roca: Cristo Jesús.
El símbolo del cristianismo no es una señal exterior, ni tampoco
una cruz o una corona que se lleven puestas, sino que es aquello
que revela la unión del hombre con Dios. Por el poder de la gracia
divina manifestada en la transformación del carácter, el mundo ha
de convencerse de que Dios envió a su Hijo para que fuese su
Redentor. Ninguna otra influencia que pueda rodear al alma humana
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ejerce tanto poder sobre ella como la de una vida abnegada. El
argumento más poderoso en favor del Evangelio es un cristiano
amante y amable.
La disciplina de las pruebas
Llevar una vida tal, ejercer semejante influencia, cuesta a cada
paso esfuerzo, sacrificio de sí mismo y disciplina. Muchos, por no
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