Página 103 - Mensajes para los J

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Capítulo 27—Apropiarse de la victoria
Escasa idea tenemos de la fuerza que adquiriríamos si nos pu-
siéramos en contacto con la fuente de toda fuerza. Caemos repeti-
damente en el pecado, y creemos que deberá ser siempre así. Nos
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aferramos a nuestras debilidades como si fueran algo de lo cual de-
bemos estar orgullosos. Cristo nos dice que debemos poner nuestro
rostro como pedernal si queremos vencer. Él llevó nuestros pecados
sobre su cuerpo en un madero; y por el poder que nos ha dado,
podemos resistir al mundo, a la carne y al demonio. No hablemos,
pues, de nuestra debilidad y falta de eficiencia, sino de Cristo y de
su fuerza. Cuando hablamos de la fuerza de Satanás, el enemigo
consolida más su poder sobre nosotros. Cuando hablamos del poder
del Poderoso, hacemos retirar al enemigo. Al acercarnos a Dios,
Dios se acerca a nosotros [...].
Muchos de nosotros dejamos de aprovechar nuestros privilegios.
Hacemos pocos y débiles esfuerzos para practicar el bien, y luego
volvemos a nuestra vieja vida de pecado. Si alguna vez hemos de
entrar en el reino de Dios, será con carácter perfecto, sin mancha,
arruga ni cosa semejante. Satanás trabaja con mayor actividad al
acercarse el fin del tiempo. Tiende sus trampas, sin ser advertido por
nosotros, para posesionarse de nuestra mente. Trata de todas maneras
de eclipsar la gloria de Dios del ser. A nosotros nos toca decidir si él
gobernará nuestro corazón y nuestra mente, o si tendremos un lugar
en la tierra nueva, un derecho a la heredad de Abraham.
El poder de Dios, combinado con el esfuerzo humano, ha obrado
una gloriosa victoria en favor de nosotros. ¿No la apreciaremos?
En Jesús nos fueron dadas todas las riquezas del cielo. Dios no
quería que la confederación del mal dijera que él podía hacer más
de lo que ha hecho. Los mundos que creó y los ángeles del cielo
podrían dar testimonio de que él no podía hacer más. Dios tiene
recursos de poder de los cuales todavía nada sabemos, y de estos
nos suplirá en nuestro tiempo de necesidad. Pero nuestro esfuerzo se
ha de combinar siempre con el divino. Debemos poner en actividad
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