Página 259 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Del Mar Rojo al Sinaí
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que envié sobre los egipcios traeré sobre ti, porque yo soy Jehová,
tu sanador”.
Vers. 26
.
De Mara el pueblo se encaminó hacia Elim, “donde había doce
fuentes de aguas, y setenta palmeras”.
Vers. 27
. Allí permanecieron
varios días antes de internarse en el desierto de Sin. Un mes después
de haber salido de Egipto, establecieron su primer campamento en
el desierto. Sus provisiones alimenticias se estaban agotando. Había
escasez de hierba en el desierto, y sus rebaños comenzaban a dismi-
nuir. ¿Cómo podía suministrarse alimento a esta enorme multitud?
Las dudas se apoderaron de sus corazones, y otra vez murmuraron.
Hasta los jefes y ancianos del pueblo se unieron para quejarse con-
tra los caudillos nombrados por Dios: “Ojalá hubiéramos muerto
a manos de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos
ante las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos, pues
nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta
multitud”. Véase
Éxodo 16-18
.
Hasta entonces no habían sufrido de hambre; sus necesidades
habían sido suplidas, pero temían por el futuro. No podían concebir
cómo esta enorme multitud podría subsistir en su viaje por el de-
sierto, y en su imaginación veían a sus hijos muriendo de hambre.
El Señor permitió que se vieran cercados de dificultades, y que sus
provisiones alimenticias disminuyeran, para que sus corazones se
dirigieran hacia el que hasta entonces había sido su Libertador. Si
en su necesidad clamaban a él, les otorgaría señales de su amor y
cuidado. Les había prometido que si obedecían sus mandamientos,
ninguna enfermedad los afligiría, y fue una muestra de incredulidad
suponer que ellos o sus hijos morirían de hambre.
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El Señor les había prometido ser su Dios, hacerlos su pueblo, y
guiarlos a una tierra grande y buena; pero siempre estaban dispuestos
a desmayar ante cada obstáculo que encontraban en su marcha
hacia aquel lugar. De manera maravillosa los había librado de su
esclavitud de Egipto, para elevarlos y ennoblecerlos, y hacerlos
objeto de alabanza en la tierra. Pero era necesario que ellos hicieran
frente a dificultades y que soportaran privaciones.
Dios estaba elevándolos del estado de degradación y preparán-
dolos para ocupar un puesto honorable entre las naciones, a fin de
encomendarles importantes cometidos sagrados. Si en vista de to-
do lo que había hecho por ellos, hubieran tenido fe en él, habrían