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Más cerca de Jesús, 13 de diciembre
Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a
Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros
los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.
Santiago 4:7, 8
.
Cuando nos asalta la tentación, necesitamos discernimiento espiritual para
poder detectar al agente de Satanás y para acercarnos a Jesús. Lleguémonos a Dios
y él se acercará a nosotros. Resistamos al diablo y él huirá. A cada momento es
necesario pelear la buena batalla de la fe. La duda tiene que ser resistida y la fe
estimulada. En la tentación, la razón debe dominar la inclinación. El yo clamará
por ser atendido, pero hay que resistir la inclinación y vencer la tentación.
El Señor nos ha advertido y presentado principios que todo cristiano debe
incorporar a la vida práctica. Los que miran con indiferencia la luz y la advertencia
que a Dios le ha placido darnos, serán cada vez más egoístas y autosuficientes. Los
que no dependen de Dios ciertamente serán vencidos por el enemigo. Satanás está
usando cada método concebible para mantener en sus filas a quienes pretenden
estar del lado del Señor. El puede cegarles los ojos al punto de lograr que llamen
luz a la oscuridad y oscuridad a la luz...
Aunque la luz de Dios está brillando con rayos más definidos que nunca
antes, y que brillarán más y más claramente al acercarnos al fin de la historia
de la tierra, los únicos que podrán discernir la verdad del error serán los que
con frecuencia estén sobre sus rodillas buscando la sabiduría de Dios. Sólo los
brillantes rayos del Sol de Justicia pueden revelar las numerosas artimañas del
enemigo. El maligno está trabajando con todo engaño de iniquidad; y aunque no
tenemos que mantener nuestros ojos sobre el poder de las tinieblas, no debemos
ignorar sus maquinaciones.
Nuestra fe debe centrarse en Cristo, a fin de mirarlo y de aferrarnos a su fuerza,
que es suficiente para afrontar cada emergencia, para que nuestro corazón se
una con el suyo y nuestra existencia se entreteja con su vida mediante eslabones
escondidos y, porque él vive, nosotros también viviremos. Esto es religión práctica,
porque seremos guardados por el poder de Dios mediante la fe para salvación. A
menos que nos unamos con el Señor en un pacto perpetuo y que no lo olvidemos
nunca, ninguno de nosotros podrá estar seguro.—
The Review and Herald, 14 de
marzo de 1893
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