Página 433 - Joyas de los Testimonios 1 (1971)

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Los reavivamientos sensacionalistas
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fuerza que tenemos para que ésta se desarrolle y aumente. Como la
enfermedad es el resultado de la violación de las leyes naturales, la
decadencia espiritual es el resultado de una continua transgresión
de la ley de Dios. Sin embargo, los mismos transgresores pueden
profesar que guardan todos los mandamientos del Señor.
Debemos acercarnos más a Dios, ponernos en más íntima re-
lación con el cielo y llevar a cabo los principios de la ley en las
menores acciones de nuestra vida diaria a fin de ser espiritualmente
sanos. Dios ha dado a sus siervos capacidad y talentos que han de
emplearse para su gloria y no ser relegados a la inactividad o mal-
gastados. Les ha dado la luz y el conocimiento de su voluntad para
que los comuniquen a otros; y al impartirlos llegarán a ser conductos
de luz. Si no ejercemos nuestra fuerza espiritual, nos debilitamos,
como los miembros del cuerpo se inutilizan cuando el inválido está
obligado a permanecer mucho tiempo inactivo. Es el uso lo que da
poder.
Debemos servir a otros
Nada aumentará más la fuerza espiritual y el fervor y profun-
didad de los sentimientos, como el visitar y servir a los enfermos
y abatidos, ayudándoles a ver la luz y a aferrarse de Jesús por la
fe. Hay deberes desagradables que alguien debe cumplir, o habrá
almas que perecerán. Los cristianos hallarán bendición en hacer
estos deberes por desagradables que sean. Cristo asumió la desagra-
dable tarea de bajar de la mansión de pureza y gloria insuperable,
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para venir a morar como hombre entre los hombres en un mundo
mancillado y ennegrecido por el crimen, la violencia y la iniquidad.
Lo hizo para salvar almas; y ¿podrán presentar excusas en favor de
sus vidas de comodidad egoísta los que fueron objeto de un amor
tan asombroso y una condescendencia sin parangón? ¿Preferirán
los tales seguir sus propios placeres e inclinaciones, y dejarán que
las almas perezcan en las tinieblas porque se arrostran chascos y
reproches al trabajar para salvarlas? Cristo pagó un precio infinito
por la redención del hombre, y ¿dirá éste: “Señor mío, no quiero
trabajar en tu viña; ruégote que me des por excusado”?
El Señor invita a aquellos que viven cómodamente en Sión a que
se levanten y trabajen. ¿No escucharán la voz del Maestro? El quiere