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La atmósfera del hogar
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para recordar los errores y las equivocaciones de otros. Se explayan
en estas faltas, se notan sus deficiencias, y se dicen palabras que
hacen perder la confianza en quien está haciendo lo mejor para cum-
plir su deber como colaborador de Dios. A menudo se siembran las
semillas de la desconfianza porque se piensa que uno debería haber
sido favorecido pero no lo fue.—
Carta 169, 1904
.
La influencia de los defectos de los padres
—Parece perfecta-
mente natural para algunos hombres ser ásperos, egoístas, exigentes
y despóticos. Nunca aprendieron la lección del dominio propio, de
modo que no están dispuestos a restringir sus sentimientos irrazo-
nables, no importa cuáles sean las consecuencias. Tales hombres
recibirán su pago al ver a sus compañeras enfermas y desanimadas,
y a sus hijos llevando las peculiaridades de sus propios rasgos de
carácter desagradable.—
Mensajes Selectos 2:494 (1865)
.
Los hogares con discordia no atraen a los ángeles
—Los ho-
gares en los que reina la discordia no atraen a los ángeles. Cesen
los padres y las madres todas sus críticas y murmuraciones. Edu-
quen a sus hijos para que hablen palabras agradables, palabras que
traigan alegría y gozo. ¿No entraremos ahora en el hogar-escuela
como alumnos de Cristo? Traigan la piedad práctica al hogar. Vean
entonces si las palabras que ustedes hablan no causan gozo.
Padres, comiencen la obra de la gracia de la iglesia en vuestro
propio hogar, comportándoos de tal manera que vuestros niños vean
que estáis cooperando con los ángeles celestiales. Convertíos cada
día. Educaos a vosotros mismos y a vuestros hijos para la vida
eterna en el reino de Dios. Los ángeles serán vuestros poderosos
ayudadores. Satanás os tentará, pero no cedáis. No habléis una
sola palabra de la cual el enemigo pueda obtener una ventaja.—
Manuscrito 93, 1901
.
Un llamado por más hospitalidad
—Aun entre los que profe-
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san ser cristianos se ejercita poco la verdadera hospitalidad. Entre
nuestro propio pueblo la oportunidad de manifestar hospitalidad no
es considerada como debiera serlo: como un privilegio y una bendi-
ción. Es en absoluto demasiado escasa la sociabilidad y disposición
para hacer lugar para dos o tres más en la mesa de la familia, sin
molestia u ostentación. Algunos alegan que “es demasiado traba-
jo”. No resultaría así si dijéramos: “No hemos hecho preparativos
especiales, pero le ofrecemos gustosos lo que tenemos”. El huésped