El peligro de los extremismos
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extremistas y a las enseñanzas de Ud. como una excusa para su
descuido en recibir los mensajes del Señor.
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Se cumple tan ciertamente el propósito de Satanás cuando los
hombres se adelantan a Cristo y hacen la obra que él nunca les ha
confiado, como cuando permanecen en el estado laodicense, tibios,
sintiéndose ricos y enriquecidos y sin necesidad de nada. Las dos
clases son igualmente piedras de tropiezo.
Algunos apasionados, que tienen el propósito de ser originales y
que dedican a eso todas sus energías, han cometido un grave error
al tratar de presentar delante de la gente algo pasmoso, maravilloso,
fascinador, algo que ellos creen que otros no comprenden; pero ellos
mismos no saben de qué están hablando. Especulan con la Palabra
de Dios, aventurando ideas que no son un ápice de ayuda ni para
ellos ni para las iglesias. Por ahora quizá exciten la imaginación,
pero hay una reacción, y esas mismas ideas se convierten en un
obstáculo. La fe se confunde con la fantasía y sus opiniones pueden
torcer la mente en una dirección errónea.
Sean alimento para la mente las claras y sencillas declaraciones
de la Palabra de Dios. Es peligroso especular con ideas que no están
claramente presentadas.
Ud. es naturalmente combativo. No le preocupa mucho si armo-
niza con los hermanos o no. Ud. quisiera entrar en controversia, le
gustaría luchar por sus ideas particulares, pero Ud. debiera poner
esto a un lado, pues eso no desarrolla las virtudes cristianas. Trabaje
con todo su poder para responder a la oración de Cristo de que sus
discípulos sean uno, así como él es uno con el Padre.
Ni una sola alma se salva a menos que aprendamos diariamente
de Jesús, su humildad, su mansedumbre de corazón. Cuando Ud.
vaya a cualquier lugar a trabajar, no sea dictatorial, no sea severo, no
sea hostil. Predique el amor de Cristo, y eso ablandará y subyugará
los corazones. Procure concordar en opinión y en juicio con los
hermanos, colocándose en estrecha armonía con ellos y hablando
las mismas cosas.
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No hable de divisiones
No es la obra de Dios, sino del enemigo, el hablar de divisiones
porque todos no tienen las mismas ideas tales como se presentan a la