“Así también yo os envío”
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astutos planes para destruir al hombre. Su propósito es proyectar
sombras infernales, como la mortaja de la muerte, entre Dios y el
hombre, a fin de que pueda ocultar a Jesús de nuestra vista, de modo
que olvidemos el ministerio de amor y misericordia, y quedemos
cortados de todo conocimiento posterior del gran amor y poder de
Dios hacia nosotros, y fuera del alcance de todo rayo de luz del
cielo.
Sólo Cristo pudo representar a la Deidad. El que había estado
en la presencia del Padre desde el principio, el que es la expresa
imagen del Dios invisible, fue el único capaz de cumplir esta obra.
Ninguna descripción verbal podía revelar a Dios ante el mundo.
Dios mismo debía ser revelado a la humanidad mediante una vida
de pureza, una vida de perfecta confianza y sumisión a la voluntad
de Dios, una vida de humillación tal que habría rehuido aun el
más encumbrado serafín del cielo. Nuestro Salvador revistió su
humanidad con divinidad a fin de hacer esto. Empleó las facultades
humanas, pues sólo adoptándolas podía ser comprendido por la
humanidad. Sólo la humanidad podía alcanzar a la humanidad. Vivió
el carácter de Dios en el cuerpo humano que Dios le había preparado.
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Bendijo al mundo viviendo en la carne humana la vida de Dios,
mostrando así que tenía el poder para unir la humanidad con la
divinidad.
Nuestra misión para Cristo
Cristo dijo: “Nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre
conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiere revelar”.
Mateo 11:27
. ¡Oh cuán borrosamente es comprendida la excelsa
obra del Hijo de Dios! El tuvo en sus manos la salvación del mundo.
La comisión dada a los apóstoles también es dada a sus seguidores
en este siglo. “Que se predicase en su nombre el arrepentimiento
y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde
Jerusalén”.
Lucas 24:47
. Nuestro Salvador tiene “toda potestad... en
el cielo y en la tierra” (
Mateo 28:18
), y se nos promete ese poder.
“Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu
Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria,
y hasta lo último de la tierra”.
Hechos 1:8
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