Página 35 - Mensajes Selectos Tomo 1 (1966)

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Elena G. de White y sus escritos
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los vi. He sido despertada de mi sueño con una vívida sensación
de temas previamente presentados a mi mente, y a media noche he
escrito cartas que han cruzado el continente y, llegando en medio
de una crisis, han salvado a la causa de Dios de un gran desastre.
Esta ha sido mi obra por muchos años. Un poder me ha impelido a
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reprobar y reprochar errores en que no había pensado. Esta obra de
los últimos 36 años, ¿procede de lo alto o de abajo?...
“Cuando fui a Colorado, estaba tan agobiada a causa de vosotros
que, en mi debilidad, escribí muchas páginas para que se leyeran
en vuestro congreso. Débil y temblorosa, me levanté a las tres de la
mañana para escribiros. Dios hablaba mediante la arcilla. Podríais
decir que esta comunicación era sólo una carta. Sí, era una carta,
pero inspirada por el Espíritu de Dios para presentaros cosas que me
habían sido mostradas. En estas cartas que escribo, en el testimonio
dado, os presento lo que el Señor me ha presentado. No escribo un
solo artículo en la revista que exprese meramente mis propias ideas.
Son lo que Dios ha desplegado ante mí en visión: los preciosos rayos
de luz que brillan del trono...
“¿Qué voz reconoceréis como la voz de Dios? ¿Qué poder tie-
ne el Señor en reserva para corregir vuestros errores y mostraros
vuestra conducta tal como es? ¿Qué poder para obrar en la iglesia?
Si rehusáis creer hasta que cada sombra de incertidumbre y cada
posibilidad de duda sean quitadas, nunca creeréis. La duda que de-
manda perfecto conocimiento nunca dará fruto de fe. La fe descansa
sobre evidencia, no demostración. El Señor requiere de nosotros que
obedezcamos la voz del deber, cuando hay otras voces en torno de
nosotros que nos instan a seguir un proceder opuesto. Se requiere
nuestra atención ferviente para distinguir la voz que habla de parte
de Dios. Debemos resistir y vencer la inclinación y obedecer la voz
de la conciencia sin parlamentar o entrar en componendas, no sea
que deje de instarnos y predominen la voluntad propia y el impulso.
“La palabra del Señor nos viene a todos los que no hemos re-
sistido a su Espíritu determinando no oír ni obedecer. Esa voz se
oye en amonestaciones, en consejos, en reproches. Es el mensaje de
luz del Señor para su pueblo. Si esperamos que haya llamadas más
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fuertes o mejores oportunidades, la luz puede ser retirada y nosotros
dejados en tinieblas...