Una verdad que lleva las credenciales divinas
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tercer ángel ya ha comenzado en la revelación de la justicia de
Cristo, el Redentor que perdona los pecados. Este es el comienzo de
la luz del ángel cuya gloria llenará toda la tierra. Esto es así, porque
la obra de cada uno a quien ha llegado el mensaje de amonestación
es la de exaltar a Jesús, presentarlo al mundo tal como está revelado
en figuras y bosquejado en símbolos, tal como es manifestado en
la revelación de los profetas, tal como es revelado en las lecciones
dadas a sus discípulos y en los milagros maravillosos efectuados
para los hijos de los hombres. Escudriñad las Escrituras, pues ellas
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son las que dan testimonio de Cristo.
Si queréis salir incólumes del tiempo de angustia, debéis conocer
a Cristo y apropiaros del don de su justicia, la cual imputa al pecador
arrepentido.—
The Review and Herald, 22 de noviembre de 1892
.
Apropiaos de la justicia de Cristo
Mediante Cristo, se dan al hombre tanto restauración como re-
conciliación. El abismo abierto por el pecado ha sido salvado por la
cruz del Calvario. Un rescate pleno y completo ha sido pagado por
Jesús en virtud del cual es perdonado el pecador y es mantenida la
justicia de la ley. Todos los que creen que Cristo es el sacrificio ex-
piatorio pueden ir y recibir el perdón de sus pecados, pues mediante
los méritos de Cristo se ha abierto la comunicación entre Dios y
el hombre. Dios puede aceptarme como a su hijo y yo puedo tener
derecho a él y puedo regocijarme en él como en mi Padre amante.
Debemos centralizar nuestras esperanzas del cielo únicamente en
Cristo, pues él es nuestro sustituto y garantía.
Hemos transgredido la ley de Dios, y por las obras de la ley
ninguna carne será justificada. Los mejores esfuerzos que pueda
hacer el hombre con su propio poder son ineficaces para responder
ante la ley santa y justa que ha transgredido, pero mediante la fe en
Cristo puede demandar la justicia del Hijo de Dios como plenamente
suficiente. Cristo satisfizo las demandas de la ley en su naturaleza
humana. Llevó la maldición de la ley por el pecador, hizo expiación
para él a fin de que cualquiera que cree en él, no se pierda sino tenga
vida eterna. La fe genuina se apropia de la justicia de Cristo y el
pecador es hecho vencedor con Cristo, pues se lo hace participante de
la naturaleza divina, y así se combinan la divinidad y la humanidad.