“Las tinieblas no la comprendieron”
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Dios y queremos captar el espíritu que los animaba. Deseamos saber
de qué fuente fueron hechos fuertes a pesar de sus flaquezas. Aunque
esos grandes hombres fueron usados como instrumentos por Dios,
no eran intachables. Eran hombres falibles y cometieron grandes
errores. Debiéramos procurar imitar sus virtudes, pero no debiéramos
hacerlos nuestro dechado. Esos hombres poseían raros talentos para
llevar adelante la obra de la Reforma. Eran impulsados por un poder
superior a ellos, pero no eran los hombres, o sea los instrumentos
que Dios usaba, los que debieran ser exaltados y honrados, sino el
Señor Jesús, que hizo descender sobre ellos su luz y poder. Alaben a
Dios, la Fuente de toda luz, los que aman la verdad y la justicia, que
mantienen los depósitos hereditarios dados a esos portaestandartes.
Si se anunciara que mensajeros angelicales fueran a desplegar
ante los hombres los tesoros de conocimiento relacionados con las
cosas celestiales, ¡qué conmoción crearía esto en el mundo cristiano!
La atmósfera del cielo estaría en torno de los mensajeros, y cuán
ávidamente muchos escucharían las palabras que salieran de sus
labios. Los hombres escribirían libros para llamar la atención a las
palabras de los ángeles, pero un Ser mayor que los ángeles ha estado
en nuestro mundo: el Señor mismo ha venido a reflejar sobre los
hombres la luz del cielo. Se ha anunciado como uno con el Padre,
lleno de gracia y de verdad, Dios manifestado en la carne.
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El Señor Jesús, que es la imagen del Dios invisible, dio su propia
vida para salvar al hombre que perece, y ¡qué luz, qué poder trae
consigo! En él mora toda la plenitud de la Deidad corporalmente.
¡Qué misterio de los misterios! Es difícil que la razón capte la
majestad de Cristo, el misterio de la redención. Se ha erigido la
vergonzosa cruz, los clavos han perforado sus manos y pies, la cruel
lanza ha perforado su corazón y el precio de la redención ha sido
pagado para la raza humana. El inmaculado Cordero de Dios llevó
nuestros pecados en su propio cuerpo sobre el madero; él llevó
nuestros dolores.
Un tema inagotable
La redención es un tema inagotable digno de nuestra más íntima
contemplación. Va más allá de la comprensión del más profundo
pensamiento, del alcance de la imaginación más vívida. ¿Quién