Actitudes acerca de los Testimonios
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a medida que se explique un texto con otro. Muchos leerán con avi-
dez los mensajes que reprochan el mal, a fin de saber lo que deben
hacer para ser salvos... Amanecerá luz sobre el entendimiento y el
Espíritu hará impresión sobre las mentes, a medida que la verdad bí-
blica sea clara y sencillamente presentada en los mensajes que desde
1846 Dios ha estado enviando a su pueblo. Esos mensajes han de
recibirse en los corazones y se efectuarán transformaciones.—
Carta
73, 1903
.
Los peligros de criticar los mensajes inspirados
Algunos juzgan las Escrituras declarando que este pasaje o aquél
no es inspirado porque no les impresiona favorablemente. No pueden
hacerlo concordar con sus ideas de filosofía y ciencia, “falsamente
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llamada ciencia”.
1 Timoteo 6:20
. Otros, por diferentes razones,
ponen en duda porciones de la Palabra de Dios. Así muchos caminan
ciegamente donde el enemigo prepara el camino. Ahora bien, no es
de la incumbencia de ningún hombre pronunciar sentencia sobre las
Escrituras, juzgar o condenar ninguna porción de la Palabra de Dios.
Cuando alguien se atreva a hacer esto, Satanás le hará respirar una
atmósfera que empequeñecerá el crecimiento espiritual. Cuando un
hombre se siente tan sabio como para criticar la Palabra de Dios, su
sabiduría es considerada por Dios como necedad. Cuando sepa más,
sentirá que tiene todo por aprender. Y su primera lección será la de
llegar a ser dócil. “Aprended de mí—dice el gran Maestro—, que
soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras
almas”.
Mateo 11:29
.
Los que os habéis estado educando a vosotros mismos dentro
de un espíritu de crítica y acusación, recordad que estáis imitando
el ejemplo de Satanás. Cuando os conviene, tratáis los testimonios
como si creyerais en ellos, citando de ellos para robustecer alguna
declaración que queréis que prevalezca. Pero, ¿qué sucede cuando
la luz es dada para corregir vuestros errores? ¿Aceptáis entonces la
luz? Cuando los testimonios hablan en contra de vuestras ideas, los
tratáis muy livianamente.
No conviene que nadie deje caer una palabra de duda aquí y allí,
que obre como veneno en otras mentes, sacudiendo su confianza en
los mensajes que Dios ha dado, que han ayudado a colocar el funda-