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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
duplicar sus oraciones y su vigilancia, y, asumiendo una posición
firme y decidida, no permitir que los opriman las tinieblas. Deben
aferrarse más a Dios, ser enérgicos y decididos, gobernar bien su
propia casa, y vivir de tal manera que puedan recibir la aprobación
de Dios y la custodia de los ángeles. Pero si ceden a los deseos de
sus compañeras no consagradas, el desagrado de Dios se manifestará
sobre su casa. El arca de Dios no puede morar en ella, porque ellos
apoyan a sus esposas en sus errores y se los toleran.
Nuestro Dios es un Dios celoso. Es algo terrible jugar con él.
Antiguamente, Acán codició un lingote de oro y un manto babi-
lónico, y los escondió. Todo Israel sufrió por ello y fue derrotado
delante de sus enemigos. Cuando Josué averiguó la causa, el Señor
dijo: “Levántate, santifica al pueblo, y di: Santificaos para mañana;
porque Jehová el Dios de Israel dice así: Anatema hay en medio
de ti, Israel; no podrás hacer frente a tus enemigos hasta tanto que
hayáis quitado el anatema de en medio de vosotros”.
Josué 7:13
.
Acán había pecado, y Dios lo destruyó a él y a toda su familia, con
todo lo que poseían, y borró la maldición de Israel.
Vi que el Israel de Dios debe levantarse, y renovar su fortaleza
en Dios, reafirmando y cumpliendo su pacto con él. La codicia,
el egoísmo, el amor al dinero y el amor al mundo compenetran
todas las filas de los observadores del sábado. Estos males están
destruyendo el espíritu de sacrificio entre el pueblo de Dios. Los
que albergan esta codicia en su corazón no se dan cuenta de ello.
Ese mal se ha apoderado de ellos imperceptiblemente, y a menos
que lo desarraiguen, su destrucción será tan segura como la de Acán.
Muchos han quitado su sacrificio del altar de Dios. Aman al mundo,
desean sus ganancias, y a menos que se produzca en ellos un cambio
completo, perecerán con el mundo. Dios les ha prestado recursos;
éstos no son propios, pues Dios ha hecho a los hombres mayordomos
suyos. Pero debido a esto, los llaman propios y los atesoran. Pero
¡oh, cuán prestamente les es arrebatado todo en un momento cuando
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la mano prosperadora de Dios se aparta de ellos! Se deben hacer
sacrificios para Dios; hay que negarse al yo por amor a la verdad.
¡Oh, cuán débil y frágil es el hombre! ¡Cuán débil su brazo! Vi que
pronto la altivez del hombre será abatida, y humillado su orgullo.
Reyes y nobles, ricos y pobres, todos por igual serán postrados y
caerán sobre ellos las plagas agostadoras de Dios.
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