Página 267 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Una consagración completa
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Me fuisteis presentados con los ojos apartados del Libro sagrado
y atentamente fijos en libros excitantes, que son mortales para la
religión. Cuanto más a menudo y con mayor diligencia leáis las
Escrituras, tanto más hermosas os parecerán y tanto menor gusto
tendréis por las lecturas livianas. El estudio diario de las Escrituras
ejercerá sobre la mente una influencia santificadora. Respiraréis una
atmósfera celestial. Ligad este precioso Volumen a vuestro corazón.
Demostrará ser para vosotros un amigo y un guía en la perplejidad.
Habéis tenido en vuestra vida ciertos objetivos en vista y, ¡con
cuánta constancia y perseverancia habéis trabajado para alcanzarlos!
Habéis hecho cálculos y planes hasta que se realizaron vuestros de-
seos. Hay ahora delante de vosotros un objeto digno de un esfuerzo
perseverante, incansable, de toda la vida. Es la salvación de vuestra
alma, la vida eterna. Y para alcanzarla se requiere abnegación, sacri-
ficio y estudio detenido. Debéis ser purificados y refinados. Os falta
la influencia salvadora del Espíritu de Dios. Tratáis con vuestros
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asociados, y os olvidáis de que habéis tomado el nombre de Cristo.
Actuáis y os vestís como ellos.
Hermana K, vi que usted tiene una obra que hacer. Debe morir
al orgullo y dedicar todo su interés a la verdad. Su destino eterno
depende de la conducta que siga ahora. Para tener la vida eterna,
debe vivir por ella y negarse a sí misma. Salga del mundo y mantén-
gase separada de él. Su vida debe caracterizarse por la sobriedad, la
vigilancia y la oración. Los ángeles están observando el desarrollo
del carácter, y pesando el valor moral. Todas nuestras palabras y
acciones pasan en revista delante de Dios. Es un momento terrible y
solemne. La esperanza de la vida eterna no ha de considerarse livia-
namente; es asunto que debe decidirse entre Dios y nuestra propia
alma. Algunos prefieren apoyarse en el juicio y la experiencia de
los demás, antes que darse el trabajo de examinar detenidamente su
propio corazón, y dejan transcurrir meses y años sin recibir testimo-
nio del Espíritu de Dios ni evidencia de que han sido aceptados. Se
engañan a sí mismos. Tienen una esperanza supuesta, pero carecen
de las cualidades esenciales del cristiano. Ante todo se debe verificar
una obra cabal en el corazón; luego los modales asumirán el carácter
elevado y noble que señala a los verdaderos discípulos de Cristo. Se
requiere esfuerzo y valor moral para vivir de acuerdo con nuestra fe.