Página 308 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
devorará la tierra y sus frutos, y abrasará los fundamentos de los
montes”.
En estos párrafos hemos leído las advertencias que Dios ha dado
al Israel de la antigüedad. No había sido la voluntad de Dios que
vagaran durante tanto tiempo por el desierto; él los hubiera intro-
ducido inmediatamente en la tierra prometida si ellos se hubieran
sometido y hubieran estado dispuestos a dejarse guiar por él; pero
debido a que lo afligieron con tanta frecuencia en el desierto, él juró
en su ira que no entrarían en su reposo, a no ser los que lo siguieron
plenamente. Dios requiere que su pueblo confíe solamente en él. El
no desea que reciban ayuda de aquellos que no le sirven.
Leed (
Esdras 4:1-5
): “Oyendo los enemigos de Judá y de Benja-
mín que los venidos de la cautividad edificaban el templo de Jehová
Dios de Israel, vinieron a Zorobabel y a los jefes de casas paternas, y
les dijeron: Edificaremos con vosotros, porque como vosotros busca-
mos a vuestro Dios, y a él ofreceremos sacrificios desde los días de
Esarhadón rey de Asiria, que nos hizo venir aquí. Zorobabel, Jesúa, y
los demás jefes de casas paternas de Israel dijeron: No nos conviene
edificar con vosotros casa a nuestro Dios, sino que nosotros solos la
edificaremos a Jehová Dios de Israel, como nos mandó el rey Ciro,
rey de Persia. Pero el pueblo de la tierra intimidó al pueblo de Judá,
y lo atemorizó para que no edificara. Sobornaron además contra
ellos a los consejeros para frustrar sus propósitos, todo el tiempo de
Ciro rey de Persia y hasta el reinado de Darío rey de Persia”.
(
Esdras 8:21-23
): “Y publiqué ayuno allí junto al río Ahava,
para afligirnos delante de nuestro Dios, para solicitar de él camino
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derecho para nosotros, y para nuestros niños, y para todos nuestros
bienes. Porque tuve vergüenza de pedir al rey tropa y gente de a
caballo que nos defendiesen del enemigo en el camino; porque
habíamos hablado al rey, diciendo: La mano de nuestro Dios es para
bien sobre todos los que le buscan; mas su poder y su furor contra
todos los que le abandonan. Ayunamos, pues, y pedimos a nuestro
Dios sobre esto, y él nos fue propicio”.
El profeta y estos padres no consideraban a los habitantes de
la tierra como adoradores del Dios verdadero, y aunque profesaron
amistad y trataron de ayudarlos, no se atrevieron a unirse con ellos
en ninguna cosa relacionada con el culto de Dios. Cuando fueron
a Jerusalén para edificar el templo de Dios y restaurar su culto, no