Consagración
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las personas cuyo espíritu concuerda con el suyo propio. Y los tales
tienen demasiada influencia entre el pueblo de Dios. Participan con
ellos y tienen juntamente con ellos el nombre de cristianos, y son
imitados por los incrédulos, los débiles y los no consagrados de la
iglesia. Estas personas vacilantes siempre tendrán objeciones contra
el testimonio claro y definido que reprueba la conducta individual
censurable. En este tiempo de refinamiento estas personas se conver-
tirán plenamente y serán santificadas mediante la obediencia de la
verdad, o bien serán dejadas con el mundo, donde pertenecen, para
que reciban su recompensa con los mundanos.
“Por sus frutos los conoceréis”.
Mateo 7:16
. Todos los seguidores
de Cristo llevan fruto para gloria suya. Sus vidas testifican que el
Espíritu de Dios ha efectuado una buena obra dentro de ellos, y sus
frutos son para santidad. Sus vidas son elevadas y puras. Los que no
llevan fruto carecen de experiencia en las cosas de Dios. No están
unidos a la Vid. Leed (
Juan 15:4-5
): “Permaneced en mí, y yo en
vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si
no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis
en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en
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mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada
podéis hacer”. Si queremos ser adoradores espirituales de Jesucristo,
debemos sacrificar todo y obedecer plenamente los primeros cuatro
mandamientos. (
Mateo 22:37-38
): “Jesús le dijo: Amarás al Señor
tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.
Este es el primero y grande mandamiento”. Los primeros cuatro
mandamientos no permiten que exista una separación entre nuestros
afectos y Dios. Tampoco permiten que nada divida, o comparta,
nuestro supremo deleite en él. Cualquier cosa que divide los afectos,
y desarraiga del alma el amor supremo a Dios, adopta la forma
de un ídolo. Nuestros corazones carnales se aferrarán a nuestros
ídolos y procurarán llevarlos con ellos; pero no podremos avanzar
hasta que los desechemos, porque éstos nos separan de Dios. La
gran Cabeza de la iglesia ha elegido a su pueblo separándolo del
mundo, y requiere que ellos se mantengan alejados del mundo. Ha
establecido que el espíritu de sus mandamientos los acerque a él y
los separe de los elementos del mundo. Amar a Dios y guardar sus
mandamientos dista mucho de amar los placeres y las amistades del
mundo. No hay concordia entre Cristo y Belial. El pueblo de Dios