Página 350 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 1
que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente
unidos en una misma mente y en un mismo parecer”. (
Romanos
15:5-6
): “Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre
vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, para que unánimes, a
una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”.
(
Filipenses 2:2
): “Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo
el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa”.
Todo el pueblo de Dios debiera manifestar interés en su causa.
Ha habido falta de interés entre los hermanos de Wisconsin. También
ha habido falta de energía. Algunos piensan que perder el tiempo
no es pecado, mientras otros que aman la preciosa causa de Dios
economizan su tiempo, y con la fortaleza de Dios se esfuerzan y
trabajan duramente para que sus familias estén bien y disfruten de
comodidad, y además de eso todavía les sobra tiempo para invertir
en la causa de Dios, para hacer su parte a fin de mantener la obra de
Dios en progreso y hacerse tesoro en el cielo. No es conveniente que
algunos estén ociosos y otros sobrecargados. Dios requiere que los
que disfrutan de salud y fuerza corporal hagan todo lo que puedan y
usen su fortaleza para su gloria, porque no se pertenecen a sí mismos.
Son responsables delante de Dios por el uso que hacen de su tiempo
y de sus fuerzas que reciben del cielo.
El deber de contribuir al progreso de la verdad no corresponde
únicamente a los ricos. Todos tienen que desempeñar una parte. El
hombre que ha empleado su tiempo y sus fuerzas para acumular
propiedades es responsable de la forma como dispone de esos bienes.
Si uno tiene salud y fuerzas, ése es su capital, de modo que debe
usarlo adecuadamente. Si pasa horas en ociosidad y hablando de
cosas innecesarias, es negligente en su negocio, lo cual la Palabra
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de Dios prohíbe. Tales personas tienen una obra que hacer a fin de
proveer lo necesario para sus familias y con el propósito de ahorrar
lo necesario para dedicarlo a fines caritativos, en la medida en que
Dios los ha prosperado.
No hemos sido puestos en este mundo nada más que para preo-
cuparnos de nosotros mismos, sino que se requiere que participemos
en la gran obra de salvación, imitando así a Cristo, quien llevó una
vida abnegada, de renunciamiento y de utilidad para el prójimo.
Los que aman su propia comodidad más que la palabra de Dios, no
sentirán ninguna preocupación por emplear su tiempo y su fuerza