Página 365 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 1 (2003)

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El poder de Satanás
El hombre caído es el cautivo legítimo de Satanás. La misión
de Cristo consistió en rescatarlo del poder de su gran adversario. El
hombre se inclina por naturaleza a seguir las sugestiones de Satanás,
y no puede resistir con éxito a un enemigo tan terrible, a menos que
Cristo, el poderoso Conquistador, more en él, guíe sus deseos y le
fortalezca. Únicamente Dios puede limitar el poder de Satanás. Este
va de aquí para allá por la tierra, recorriéndola de un lado al otro.
Ni por un solo instante está desprevenido, por temor a perder una
oportunidad de destruir las almas. Es importante que los hijos de
Dios entiendan esto a fin de poder evitar sus trampas.
Satanás está preparando sus engaños, para que en su última
campaña contra el pueblo de Dios, éste no entienda que se trata
de él. “Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se transfigura
en ángel de luz”.
2 Corintios 11:14
. Mientras que algunas almas
engañadas sostienen que él no existe, las está llevando cautivas y
trabaja extensamente por su medio. Satanás conoce mejor que los
hijos de Dios el poder que ellos pueden tener sobre él cuando su
fuerza está en Cristo. Cuando el más débil creyente en la verdad
solicita humildemente ayuda al poderoso Conquistador, confiando
firmemente en Cristo, puede repeler con éxito a Satanás y toda
su hueste. El diablo es demasiado astuto para presentar abierta y
audazmente sus tentaciones, porque entonces se despertarían las
soñolientas energías del cristiano, y éste confiaría en el poderoso
Libertador. Pero se presenta inadvertido, y obra por engaño mediante
los hijos de desobediencia que profesan la piedad.
Satanás recurrirá a todo su poder para acosar, tentar y desviar al
pueblo de Dios. El que se atrevió a enfrentarse con nuestro Señor
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para tentarlo y desafiarlo, y que tuvo poder para tomarlo en sus
brazos y llevarlo al pináculo del templo, y hasta la cumbre de una
altísima montaña, ejercerá su poder hasta un grado asombroso sobre
la presente generación, que dista mucho de tener la sabiduría de
su Señor, y que ignora casi completamente la sutileza y fuerza de
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