Página 29 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Se condenan las críticas y los celos
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buscad, amados hermanos míos, la seguridad del amor de Dios y
clamad: ¿Quién me mostrará cómo asegurar mi vocación y elección?
Satanás estudia cuidadosamente los pecados constitucionales de
los hombres, y luego inicia su obra de seducirlos y entramparlos.
Estamos en lo más recio de las tentaciones, pero podemos vencer si
peleamos virilmente las batallas del Señor. Todos están en peligro.
Pero si andamos humildemente y con oración, saldremos del proceso
de las pruebas más preciosos que el oro fino, y que el oro de Ofir. Si
somos descuidados y no oramos, seremos como bronce que resuena
y címbalo que retiñe.
Algunos se han perdido casi en los laberintos del escepticismo. A
los tales quiero decir: Alzad vuestra mente de aquel cauce. Aferradla
a Dios. Cuanto más íntimamente la fe y la santidad os liguen al
Eterno, tanto más clara y resplandeciente os aparecerá la justicia
de su trato. Haced de la vida, la vida eterna, el objeto de vuestra
búsqueda.
Conozco vuestro peligro. Si perdéis la confianza en los testi-
monios, os apartaréis de la verdad bíblica. He temido que muchos
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tomarían una posición de duda, y en mi angustia por vuestras almas,
quiero amonestaros. ¿Cuántos escucharán la amonestación? En la
forma en que ahora consideráis los testimonios, si alguno de ellos
contrariase vuestro camino y corrigiese vuestros errores, ¿os sen-
tiríais con perfecta libertad para aceptar o rechazar cualquier parte
o el conjunto? Aquello que os sentís menos inclinados a recibir,
es la parte que más necesitáis. Dios y Satanás no obran nunca en
sociedad. Los testimonios llevan el sello de Dios o el de Satanás. Un
buen árbol no puede producir frutos corrompidos, ni puede un árbol
maleado llevar buenos frutos. Por sus frutos los conoceréis. Dios ha
hablado. ¿Quién ha temblado a su palabra?
* * * * *
Cuando fuí a Colorado, sentí tanta preocupación por vosotros,
que en mi debilidad, escribí muchas páginas que se habían de leer
en vuestro congreso. Débil y temblorosa, me levantaba a las tres de
la mañana para escribiros. Dios os hablaba por medio de la arcilla.
Diréis tal vez que esta comunicación era solamente una carta. Sí, era
una carta, pero motivada por el Espíritu de Dios, para presentar a