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Joyas de los Testimonios 2
explique o que el alumno crea; se ha de provocar la investigación
e incitar al alumno a enunciar la verdad en su propio lenguaje para
demostrar que ve su fuerza y se la aplica. Con esmerado esfuerzo
deben grabarse así en la mente las verdades vitales. Podrá ser éste
un procedimiento lento; pero vale más que recorrer con demasiada
prisa asuntos importantes sin darles la consideración debida. Dios
espera de sus instituciones que sobrepujen a las del mundo por cuan-
to le representan. Los hombres verdaderamente unidos con Dios
mostrarán al mundo que él es quien maneja el timón.
Nuestros maestros necesitan aprender de continuo. Los refor-
madores deben reformarse a sí mismos no sólo en sus métodos de
trabajo, sino también en su corazón. Necesitan ser transformados
por la gracia de Dios. Cuando Nicodemo, un gran maestro de Is-
rael, vino a Jesús, el Maestro le expuso las condiciones de la vida
divina, enseñándole el alfabeto mismo de la conversión. Nicode-
mo preguntó: “¿Cómo puede ser esto?” “¿Tú eres un maestro de
Israel—respondió Jesús—y no entiendes esto?”
Juan 3:9, 10 (VM)
;
Esta pregunta podría dirigirse a muchos de los que ahora ocupan
el puesto de maestros, mas han descuidado la preparación esencial
que los habilite para dicha tarea. Si las palabras de Cristo fueran
recibidas en el alma, habría una percepción mucho más elevada y un
conocimiento espiritual mucho más profundo de lo que constituye
un discípulo, un sincero seguidor de Cristo y un educador a quien él
pueda aprobar.
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Muchos de nuestros maestros tienen mucho que desaprender
y mucho que aprender, de diferente carácter. A menos que estén
dispuestos a hacer esto, a menos que lleguen a familiarizarse perfec-
tamente con la Palabra de Dios y sus inteligencias se contraigan a
estudiar las gloriosas verdades referentes a la vida del Gran Maestro,
fomentarán precisamente los errores que el Señor está tratando de
corregir. Planes y opiniones que no debieran concebirse se grabarán
en su mente; y con toda sinceridad llegarán a conclusiones erró-
neas y peligrosas. De este modo se sembrará una semilla que no
es grano verdadero. Muchas costumbres y prácticas comunes en la
obra escolar y que tal vez se tienen por cosas pequeñas, no pueden
ahora introducirse en nuestras escuelas. Podrá ser difícil para los
maestros abandonar ideas y métodos por largo tiempo acariciados;
con todo, si quieren, sincera y humildemente, preguntarse a cada