Página 401 - Joyas de los Testimonios 2 (2004)

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Los internados
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se formalizan relaciones y amistades que acaban en una unidad de
corazón y en una atmósfera de amor agradables a la vista del cielo.
Especialmente aquellos que han gustado el amor de Cristo debie-
ran desarrollar sus facultades sociales; pues de esta manera pueden
ganar almas para el Salvador. Cristo no debiera ser ocultado en sus
corazones, encerrado como tesoro codiciado, sagrado y dulce, que
sólo ha de ser gozado por ellos; ni tampoco debieran ellos manifestar
el amor de Cristo sólo hacia aquellos que les son más simpáticos.
Se debe enseñar a los alumnos la manera de demostrar, como Cris-
to, un amable interés y una disposición sociable para con aquellos
que se hallan en la mayor necesidad, aun cuando los tales no sean
sus compañeros preferidos. En todo momento y en todas partes,
manifestó Jesús amante interés en la familia humana y esparció en
derredor suyo la luz de una piedad alegre. Se debe enseñar a los
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estudiantes a seguir sus pisadas. Se les ha de enseñar a manifestar
interés cristiano, simpatía y amor hacia sus compañeros jóvenes y a
empeñarse en atraerlos a Jesús; Cristo debiera ser en sus corazones
como un manantial de agua que brote para vida eterna, que refresque
a todos aquellos con quienes tratan.
Es este ministerio voluntario y amante prestado a otros en mo-
mentos de necesidad el que Dios aprecia. De esta manera, aun mien-
tras asisten a la escuela, los alumnos pueden ser, si son fieles a su
profesión, misioneros vivos para Dios. Todo esto llevará tiempo;
pero el tiempo así empleado es de provecho, porque así aprende el
alumno a presentar el cristianismo al mundo.
Cristo no rehusó alternar con otros en trato amistoso. Cuando
era invitado a un banquete por un fariseo o un publicano, aceptaba
la invitación. En tales ocasiones cada palabra que pronunciaba tenía
sabor de vida para sus oyentes; porque hacía de la hora de la comida
una ocasión para impartir muchas lecciones preciosas adaptadas
a sus necesidades. De este modo Cristo enseñó a sus discípulos
cómo debían conducirse cuando se hallasen en compañía tanto de
los que no eran religiosos como de los que lo eran. Por su ejemplo,
les enseñó que al asistir a alguna reunión pública, su conversación
no tenía por qué ser como la que se solía consentir en tales casos.
Si el Señor Jesús habita en el alma de los alumnos cuando éstos
se sientan a la mesa, saldrán del tesoro de su corazón palabras puras
y elevadoras; si Cristo no habita allí, se hallará en la frivolidad,