¿Consultaremos a los médicos espiritistas?
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“remedios simpáticos.” A la verdad no son sino conductos para las
corrientes eléctricas de Satanás. Por este medio, él echa su ensalmo
sobre los cuerpos y las almas de los hombres.
De vez en cuando he recibido cartas, tanto de nuestros minis-
tros como de los miembros laicos de la iglesia, para averiguar si
considero malo el consultar a médicos espiritistas y clarivídentes.
Por falta de tiempo no he contestado a esas cartas. Pero ahora el
asunto ha sido nuevamente sometido a mi atención. Tan numerosos
se están volviendo estos agentes de Satanás, y tan general la prác-
tica de pedirles consejo, que parece necesario proferir palabras de
advertencia.
Dios ha puesto a nuestro alcance el obtener conocimiento de las
leyes de la salud. Nos ha impuesto el deber de conservar nuestras
facultades físicas en la mejor condición posible, a fin de que le
prestemos servicio aceptable. Los que se niegan a aprovechar la
luz y el conocimiento que han sido puestos misericordiosamente
a su alcance, están rechazando uno de los medios que Dios les ha
concedido para favorecer la vida espiritual tanto como la física.
Se están colocando donde estarán expuestos a las seducciones de
Satanás.
No pocos, en esta era cristiana y en esta nación cristiana, recurren
a los malos espíritus, antes que confiar en el poder del Dios viviente.
La madre, que vela junto al lecho de su hijo enfermo, exclama: “No
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puedo hacer más. ¿No hay médico que tenga poder para sanar a
mi hijo?” Se le habla de las maravillosas curaciones realizadas por
algún clarividente o sanador magnético, y ella le confía su ama-
do, poniéndole tan ciertamente en las manos de Satanás como si
éste estuviese a su lado. En muchos casos, la vida futura del niño
queda dominada por una potencia satánica que parece imposible
quebrantar.
Muchos no quieren hacer el esfuerzo necesario para obtener un
conocimiento de las leyes de la vida y de los sencillos medios que se
pueden emplear para recuperar la salud. No se colocan en la debida
relación con la vida. Cuando la transgresión de la ley natural provoca
la enfermedad, no tratan de corregir sus errores, para pedir luego la
bendición de Dios, sino que recurren a los médicos. Si recobran la
salud, dan a las drogas y a los médicos toda la honra. Están siempre