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Mente, Cáracter y Personalidad 2
mismo permanece con sus fuerzas en emboscada, listo para destruir
a todos aquellos que se aventuren a entrar en su territorio. Sólo
podemos estar seguros cuando confiamos humildemente en Dios y
obedecemos todos sus mandamientos.—
El Conflicto de los Siglos,
584, 585 (1888)
.
Dios ofrece seguridad
—Dios desea que escojamos lo celestial
en vez de lo terrenal. Nos presenta las posibilidades de una inversión
celestial. Quisiera estimular nuestros más elevados blancos, asegurar
nuestro más selecto tesoro. Declara: “Haré más precioso que el
oro fino al varón, y más que oro de Ofir al hombre”.
Isaías 13:12
.
Cuando hayan sido arrasadas las riquezas que la polilla devora y
el orín corrompe, los seguidores de Cristo podrán regocijarse en su
tesoro celestial: las riquezas imperecederas.—
Palabras de Vida del
Gran Maestro, 308; 264 (1900)
.
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Influencia santificadora de la verdad
—la única seguridad para
toda alma consiste en pensar con rectitud. Debemos emplear todos
los medios que Dios ha puesto a nuestro alcance para el gobierno
y cultivo de nuestros pensamientos. Tenemos que poner nuestras
mentes en armonía con su mente. Su verdad nos santificará en
cuerpo, alma y espíritu, y recibiremos poder para elevarnos por
encima de la tentación. Las palabras que pronunciemos entonces
serán sabias.—
Carta 123, 1904
.
Cuando se aplica la verdad mejora la salud
—Cuando los
hombres que se han complacido en hábitos incorrectos y prácti-
cas pecaminosas se rinden al poder de la verdad divina, la aplicación
de esa verdad al corazón revitaliza las facultades morales que pa-
recían estar paralizadas. El receptor llega a tener una comprensión
más fuerte y más clara que antes de que su alma se asegurase a la
Roca eterna. Aun su salud física mejora al darse cuenta de que está
seguro en Cristo. La bendición especial de Dios, que descansa sobre
el receptor, es de por sí salud y fuerza.—
La Temperancia, 96 (1890)
.
Alivio de la culpa
—El paralítico encontró en Cristo curación
para su alma y para su cuerpo. Necesitaba la salud del alma antes
de poder apreciar la salud del cuerpo. Antes de poder sanar la en-
fermedad física, Cristo tenía que infundir alivio al espíritu y limpiar
el alma de pecado. No hay que pasar por alto esta lección. Actual-
mente miles que adolecen de enfermedades físicas desean, como
el paralítico, oír el mensaje: “Tus pecados te son perdonados”. La