Página 271 - Mente, C

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Capítulo 74—Las dudas
Misterios que no podemos sondear
—La Palabra de Dios, co-
mo el carácter de su divino Autor, presenta misterios que nunca
podrán ser plenamente comprendidos por seres finitos. La entrada
del pecado en el mundo, la encarnación de Cristo, la regeneración,
la resurrección y otros muchos asuntos que se presentan en la Biblia,
son misterios demasiado profundos para que la mente humana los
explique, o aun para que los capte plenamente siquiera. Pero no
tenemos razón para dudar de la Palabra de Dios porque no podamos
entender los misterios de su providencia.
En el mundo natural estamos siempre rodeados de misterios
que no podemos sondear. Aun las formas más humildes de la vida
presentan un problema que el más sabio de los filósofos es incapaz
de explicar. Por todas partes se presentan maravillas que superan
nuestro conocimiento. ¿Debemos sorprendernos de que en el mun-
do espiritual haya también misterios que no podamos sondear? La
dificultad está únicamente en la debilidad y estrechez de la mente
humana. Dios nos ha dado en las Santas Escrituras pruebas suficien-
tes del carácter divino de ellas, y no debemos dudar de su Palabra
porque no podamos entender los misterios de su providencia.—
El
Camino a Cristo, 107, 108 (1892)
.
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La posibilidad de dudar no se ha eliminado
—Si bien es cierto
que Dios ha dado pruebas evidentes para la fe, él no quitará jamás
todas las excusas que pueda haber para la incredulidad. Todos los
que buscan motivos de duda los encontrarán. Y todos los que rehúsan
aceptar la Palabra de Dios y obedecerla antes que toda objeción haya
sido apartada y que no se encuentre más motivo de duda, no llegarán
jamás a la luz.
La desconfianza hacia Dios es producto natural del corazón
irregenerado, que está en enemistad con él. Pero la fe es inspirada
por el Espíritu Santo y no florecerá más que a medida que se la
fomente. Nadie puede robustecer su fe sin un esfuerzo determinado.
La incredulidad también se robustece a medida que se la estimula;
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