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Las dudas
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Permita que los rayos de luz disipen las sombras de la du-
da
—Necesitamos llenarnos de toda la plenitud de Dios, y entonces
tendremos vida, poder, gracia y salvación.
¿Cómo podremos lograr estas grandes bendiciones? Cristo murió
para que pudiéramos recibirlas por la fe en su nombre. Nos ha
ofrecido ampliamente luz y vida. Entonces, ¿por qué tenemos que
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insistir en fijar clavos para colgar en ellos nuestras dudas? ¿Por qué
tenemos que llenar la galería de la mente con los sombríos cuadros
de la duda? ¿Por qué no permitimos que los brillantes rayos del Sol
de Justicia resplandezcan en las cámaras del corazón y la mente, y
disipen las sombras de la incredulidad? Vuélvanse a la Luz, a Jesús,
el precioso Salvador.
En lugar de contemplar las fallas y los defectos de otro ser
humano, vuélvanse para considerar a Aquel en quien no hay im-
perfección. Jesús es el “señalado entre diez mil”, el que es “todo
amable”. Ningún ser humano debe ser nuestro modelo. Dios nos ha
dado un modelo perfecto en su Hijo unigénito, y al contemplarlo
nos transformaremos a su imagen. Miren a Cristo, cuyo trono es alto
y sublime, y cuyo manto de gloria llena el templo.—
Manuscrito 23
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