Página 146 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
día, y quieren saber mis caminos, como gente que hubiese obrado
justicia, y que no hubiese dejado el derecho de su Dios: pregúntanme
derechos de justicia, y quieren acercarse a Dios. ¿Por qué, dicen,
ayunamos, y no hiciste caso; humillamos nuestras almas, y no te
diste por entendido?”
vers. 1-3
.
Aquí se habla a un pueblo que hace una alta profesión de fe, que
tiene costumbre de orar, y que se deleita en los ejercicios religiosos,
pero al cual, sin embargo, le falta algo. Se da cuenta de que sus
oraciones no reciben contestación; sus esfuerzos celosos y fervientes
no son observados en el cielo, y pregunta con anhelo por qué el Señor
no le responde. No es que haya negligencia de parte de Dios. La
dificultad estriba en el pueblo mismo. Mientras profesa tener piedad,
no lleva frutos para gloria de Dios; sus obras no son lo que debieran
ser. Descuida sus deberes positivos. A menos que los cumpla, Dios
no puede contestar sus oraciones para su gloria. En el caso en que
se elevaron oraciones en favor de la Hna. F, hubo una confusión
de sentimientos. Algunos eran fanáticos y obraban por impulso.
Poseían celo, pero no de acuerdo con el conocimiento. Algunos
esperaban que en este caso se realizara algo grande, y empezaron a
triunfar antes que se obtuviese la victoria. Se manifestaba mucho el
espíritu demostrado por Jehú cuando dijo: “Ven conmigo, y verás
mi celo por Jehová”.
2 Reyes 10:16
. En lugar de manifestar esta
seguridad y confianza propia, el caso debería haberse presentado a
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Dios con espíritu de humildad y desconfianza de sí mismo, y con el
corazón genuinamente quebrantado y contrito.
Me fue mostrado que en caso de enfermedad, cuando está expe-
dito el camino para ofrecer oración por el enfermo, el caso debe ser
confiado al Señor con fe serena, y no con tempestuosa excitación.
Sólo él conoce la vida pasada de la persona, y sabe cuál será su fu-
turo. El que conoce todos los corazones, sabe si la persona, en caso
de sanarse, glorificaría su nombre o lo deshonraría por su apostasía.
Todo lo que se nos pide que hagamos es que roguemos a Dios que
sane al enfermo si esto está de acuerdo con su voluntad, creyendo
que él oye las razones que presentamos y las oraciones fervientes
que elevamos. Si el Señor ve que ello habrá de honrarlo, contestará
nuestras oraciones. Pero no es correcto insistir en el restablecimiento
sin someternos a su voluntad.