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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
son como agua derramada sobre la tierra porque estaba relacionado
con usted y participó de sus operaciones mezquinas. En muchos
sentidos parecía mundano en sus transacciones comerciales. Era
mezquino y rápidamente se volvió egoísta. Su conducta, en muchas
cosas, estaba calculada como para destruir su influencia, y estaba
dejando de ser un ministro de Cristo. Me dijo el ángel, en la visión
que tuve en Róchester, Nueva York, en 1866: “Mi mano causará
adversidad. Podrá reunir, pero yo voy a derramar hasta que redima el
pasado y haga una obra limpia para la eternidad”. Ningún verdadero
cristiano debería condescender con el espíritu inferior y mercantil
de los mundanos.
Usted no es miserable; le gusta ser generoso, franco, de corazón
y manos abiertos; lo que anda mal en usted es la actitud mencionada
en esta carta, es a saber, no amar a su prójimo como a sí mismo; es
el no ver sus errores ni corregirlos cuando la luz, definida y eficaz, le
ha dicho con toda claridad cuál es su deber. Le gusta la hospitalidad,
y Dios no permitirá que usted sea engañado por el gran seductor
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de la humanidad; por lo contrario, él vendrá directamente a usted
para mostrarle dónde se ha equivocado con el fin de que retome sus
pasos. Lo invita ahora a redimir el pasado, y a ascender a un nivel de
acción más elevado, de modo que el registro de su vida no contenga
manchas de avaricia ni de un egoísta amor a las ganancias.
Su juicio con respecto a las cosas mundanales se convertirá en
insensatez a menos que consagre todo a Dios. Ni usted ni su esposa
son devotos. La espiritualidad de ustedes no es lo que el Señor
quisiera que fuera. Parecería que una parálisis ha hecho presa de
ustedes; no obstante, los dos son capaces de ejercer una poderosa
influencia en favor de Dios y su verdad, si adornan su profesión
de fe mediante vidas bien ordenadas y una piadosa conversación.
Frecuentemente usted se apresura mucho, y como consecuencia de
eso se vuelve regañón e impaciente, y da órdenes a sus ayudantes
con mucha nerviosidad. Esto impide su progreso espiritual.
El tiempo es corto, y no tiene tiempo que perder para hacer la
necesaria preparación del corazón con el fin de trabajar fervorosa
y fielmente por su propia alma, y por la salvación de sus amigos
y vecinos, y de todos los que están al alcance de su influencia.
Trate de vivir siempre en la luz para que esta influencia pueda ser
santificadora sobre los que se relacionan con usted, ya sea en el