Página 266 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
El Señor no permitió que pereciera. A menudo indujo a algunos
amigos a que la ayudaran cuando usted menos lo esperaba. Los
ángeles de Dios la sirvieron, a medida que usted recorría paso a paso
la escarpada senda. Se sintió apremiada por la pobreza, pero ésa fue
la menor de las dificultades que tuvo que enfrentar. Cuando N usaba
su autoridad para maltratarla y perjudicarla, usted creía que la copa
que tenía que beber era ciertamente amarga; y cuando se degradaba
para obrar inicuamente, y la ofendía y la insultaba en su propia casa,
creó un abismo entre él y usted que jamás se pudo trasponer. Pero en
medio de sus tremendas dificultades y perplejidades el Señor le daba
amigos. No la dejó sola; por lo contrario, le impartió su fortaleza,
de manera que usted pudo decir: “El Señor es mi Ayudador”.
En medio de todas sus pruebas, que nunca fueron plenamente
reveladas a los demás, usted contó con un Amigo que nunca le falló,
que le había dicho: “Estoy contigo siempre, hasta el fin del mun-
do”. Cuando estuvo en la tierra, siempre se sintió conmovido por
el dolor humano. Pero aunque ahora se encuentra junto a su Padre,
y lo adoran los ángeles que obedecen prestamente sus mandatos,
su corazón, que amó, se compadeció y simpatizó, no ha cambiado.
Sigue siendo un corazón cuya ternura es inmutable. Ese mismo Je-
sús conoce todas sus pruebas, y no la ha dejado sola para que luche
contra las tentaciones, combata el mal y sea finalmente aplastada
por las cargas y los pesares. Por medio de sus ángeles susurró a su
oído: “No temas; estoy contigo”. “Yo soy... el que vivo, y estuve
muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos”.
Apoca-
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lipsis 1:17-18
. “Conozco tus pesares; los he soportado. Conozco
tus luchas; las he experimentado. Conozco tus tentaciones; las he
tenido que enfrentar. He visto tus lágrimas; yo también he llorado.
Tus esperanzas terrenales están destruidas, pero levanta la vista por
la fe, entra detrás del velo, y ancla allí tus esperanzas. Tendrás la
eterna seguridad de que puedes contar con un Amigo más íntimo
que un hermano”.
¡Oh, mi querida hermana! Si usted pudiera ver, como yo, los
caminos y las obras de Dios manifestados a lo largo de sus per-
plejidades y pruebas en la primera parte de su experiencia, cuando
la mano de la pobreza la oprimía, nunca lo podría olvidar; por lo
contrario, su amor aumentaría, y su celo por promover su gloria sería
incansable.