La alta vocación de los empleados de nuestros sanatorios
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por el contrario, hacia el cielo, para dejar entrar los brillantes rayos
del Sol de justicia.
Condúzcanse los espíritus a Cristo
¿Quién se está preparando para encargarse de una manera in-
teligente de la obra médico misionera? Los que acudan a recibir
cuidados en nuestros sanatorios deben, mediante esta obra, ser con-
ducidos al Salvador y aprender a unir su debilidad a la fuerza de él.
Cada obrero debe ser inteligente y capaz; y entonces podrá presentar
de una manera amplia y elevada la verdad tal cual es en Jesús.
Los que trabajan en nuestros sanatorios están constantemente
expuestos a la tentación. Se ven puestos en relación con incrédulos,
y los que no están firmes en la verdad sufrirán por este contacto. Pero
los que moran en Cristo arrostrarán a los incrédulos como lo hizo
Cristo mismo. Inflexibles en su obediencia, estarán siempre listos
para decir una palabra buena en el momento oportuno y a esparcir
la simiente de verdad. Perseverarán en la oración; mantendrán su
integridad y darán cada día pruebas de cuán consecuente es su
religión. La influencia de tales empleados será una bendición para
muchos. Mediante una vida bien ordenada, conducirán almas a la
cruz. Un verdadero cristiano confiesa constantemente a su Salvador.
Está siempre gozoso, listo para dirigir palabras de esperanza y de
consuelo a los que sufren.
“El principio de la sabiduría es el temor de Jehová.”
Proverbios
1:7
. Una frase de la Escritura tiene más valor que diez mil ideas o
argumentos humanos. Los que se niegan a seguir los planes de Dios
oirán finalmente la sentencia: “Apartaos de mí.” Mas si nos somete-
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mos a la voluntad de Dios, el Señor Jesús dirige nuestra mente y da
seguridad a nuestros labios. Podemos ser fuertes en el Señor y en la
potencia de su fortaleza. Al recibir a Cristo, quedamos revestidos de
su potencia. Cuando el Salvador habita en nosotros, su fuerza viene
a ser nuestra; su verdad es nuestro capital, y ninguna injusticia se
advierte en nuestra vida. Llegamos a poder decir palabras oportunas
a quienes no conocen la verdad. La presencia de Cristo en el corazón
es una potencia vivificadora, que fortalece todo el ser.
Se me ha ordenado que diga a los empleados de nuestros sa-
natorios que la incredulidad y la confianza en sí mismos son los