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Joyas de los Testimonios 3
lloso y precioso; tiene una importancia capital para quien lo recibe,
y debe ser proclamado con fuerte voz. Debemos creer con una fe
firme y permanente que este mensaje irá cobrando siempre mayor
importancia hasta la consumación de los tiempos.
Algunos profesos cristianos aceptan ciertas porciones de los
Tes-
timonios
como un mensaje de Dios, pero rechazan las que condenan
sus costumbres favoritas. Tales personas trabajan para su mengua
y la de la iglesia. Es de todo punto esencial que andemos en la luz
mientras la tenemos. Los que diciendo creer en la reforma pro salud,
niegan sus principios en la vida diaria, causan perjuicio a su alma y
producen una impresión desfavorable en la mente de los creyentes y
de los no creyentes.
Fortalecidos por la obediencia
Una solemne responsabilidad descansa sobre los que tienen co-
nocimiento de la verdad: la de velar para que sus obras correspondan
a su fe, que su vida sea refinada y santificada, y que sean preparados
para la obra que debe cumplirse rápidamente en el curso de estos
últimos días del mensaje. No tienen ni tiempo ni fuerzas que gastar
en la satisfacción de sus apetitos. Estas palabras debieran repercutir
con fuerza ahora en nuestros oídos: “Arrepentíos y convertíos, para
que sean borrados vuestros pecados; pues que vendrán los tiempos
del refrigerio de la presencia del Señor.”
Hechos 3:19
. A muchos
de los nuestros les falta espiritualidad y se perderán a menos que se
conviertan completamente. ¿Queréis arriesgaros a ello?
Muchos se privan de las ricas bendiciones de Dios por su orgullo
y falta de fe. A menos que humillen sus corazones ante el Señor,
muchos serán sorprendidos y chasqueados cuando resuene el grito:
“He aquí, el esposo viene.”
Mateo 25:6
. Conocen la teoría de la
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verdad, mas no tienen aceite en sus vasos para sus lámparas. En este
tiempo, nuestra fe no debe limitarse a un simple asentimiento, a una
simple adhesión al mensaje del tercer ángel. Necesitamos el aceite
de la gracia de Cristo para alimentar nuestras lámparas, hacer brillar
la luz de la vida e indicar el camino a los que están en tinieblas.
Si no queremos tener una vida religiosa enfermiza, debemos, sin
tardanza y con celo, trabajar para nuestra salvación con temor y tem-
blor. Muchos no son en manera alguna fieles a sus votos bautismales.