Página 35 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

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La observancia del sábado
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iluminados, sufristeis gran combate de aflicciones.”
Hebreos 10:32
.
El Señor ha obrado como un Dios realizador de prodigios en favor de
[31]
su pueblo en esta generación. Es necesario recordar con frecuencia
a los hermanos jóvenes y ancianos, la historia pasada de la causa de
Dios. Necesitamos relatar a menudo la bondad de Dios y alabarle
por sus obras admirables.
Aunque se nos exhorta a no dejar nuestras reuniones, esas asam-
bleas no han de ser meramente para nuestro refrigerio. Debemos
sentir mayor celo para impartir el consuelo que hemos recibido. De-
bemos ser muy celosos para la gloria de Dios y no atraerle oprobio,
ni aun por la tristeza de nuestro rostro ni por palabras imprudentes,
como si los requerimientos de Dios restringieran nuestra libertad.
Aun en este mundo de pesar, desengaño y pecado, desea el Señor
que estemos alegres y fuertes en su fortaleza. Todo el ser tiene el
privilegio de dar un testimonio decidido en todo respecto. Mediante
nuestro semblante, genio, palabras y carácter, debemos testificar que
el servicio de Dios es bueno. Así proclamamos que “la ley de Jehová
es perfecta, que vuelve el alma.”
Salmos 19:7
.
La fase alegre y alentadora de nuestra religión será representada
por todos los que se consagran diariamente a Dios. No debemos
deshonrar a Dios con un lastimero relato de las pruebas que pare-
cen gravosas. Todas las pruebas que se reciban como medios de
educarnos producirán gozo. Toda la vida religiosa será elevadora y
ennoblecedora, fragante de buenas palabra y obras. Agrada al enemi-
go que las almas estén deprimidas, abatidas, llorosas y gemebundas;
quiere que así sean precisamente las impresiones que deje el efecto
de nuestra fe. Pero Dios quiere que la mente no se rebaje a un nivel
inferior. Desea que cada alma triunfe con el poder custodio del Re-
dentor. El salmista dice: “Dad a Jehová, oh hijos de fuertes, dad a
Jehová la gloria y la fortaleza. Dad a Jehová la gloria debida a su
nombre: humillaos a Jehová en el glorioso santuario.” “Glorificarte
he, oh Jehová; porque me has ensalzado, y no hiciste a mis enemigos
alegrarse de mí. Jehová Dios mío, a ti clamé y me sanaste. ... Cantad
a Jehová, vosotros sus santos, y celebrad la memoria de su santidad.”
[32]
Salmos 29:1, 2
;
30:1-4
.
La iglesia de Dios en la tierra es una con la iglesia de Dios en el
cielo. Los creyentes de la tierra y los seres del cielo que nunca han
caído constituyen una sola iglesia. Todo ser celestial está interesado