Introducción
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La Iglesia Adventista del Séptimo Día estuvo siempre muy cerca
del corazón de Elena G. de White. Durante su larga vida, el cielo
se acercó a ella más de mil veces, con mensajes de ánimo, de ins-
trucción, de información, de reproche y corrección. Estas numerosas
visiones fueron dadas para guiar y proteger a los miembros de la
iglesia remanente de Dios que guarda el sábado, tanto en forma
individual como colectiva.
Ella declaró cuando la iglesia era atacada: “Sé que el Señor ama
a su iglesia”.
Mensajes Selectos 2:78
. Y escribió con toda ternura:
“La iglesia de Cristo, por debilitada y defectuosa que sea, es el único
objeto en la tierra al cual él concede su suprema consideración”.—
Testimonios para los Ministros, 15
.
Elena de White amaba profundamente a la iglesia. Toda su vida
fue dedicada a su bienestar y a su triunfo final.
Cuán apropiado es, entonces, que este volumen de
Mensajes se-
lectos
se inicie con una definición de lo que es la iglesia, extraída de
una carta de consejo enviada a un administrador que trabajaba fuera
de Estados Unidos. Esta difinición es seguida por amonestaciones
que instan a la unidad como un medio de fortaleza y que advier-
ten contra la acción independiente, acción que sólo podría debilitar
los esfuerzos de la iglesia para alcanzar y rescatar a un mundo en
confusión.
Los Fideicomisarios.
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