Página 71 - Mensajes Selectos Tomo 3 (2000)

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La cuestión de la influencia
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hacerlo, hablo del asunto presentando la mente y la voluntad de Dios
con tanta claridad como mis capacidades humanas, guiadas y domi-
nadas por el Espíritu Santo, traigan todo el asunto delante de mí para
exponerlo a los demás. Con respecto a los asuntos serios que me son
encomendados, no le he dado a nadie—hombre o mujer—ningún
derecho de tener el menor control sobre mi obra, la cual el Señor me
ha dado para hacer.
Desde hace veintiún años, cuando fui privada de mi esposo por la
muerte, no he tenido la más remota idea de casarme de nuevo. ¿Por
qué? No porque Dios me lo haya prohibido. No; sino porque el estar
sola era lo mejor para mí, para que nadie sufriera junto conmigo
en la ejecución de mi obra que el Señor me confiara. Y nadie debe
tener el derecho de influir en mí de manera alguna en cuanto a mi
responsabilidad y a mi obra en la presentación de mi testimonio de
ánimo y reproche.
Mi esposo nunca se interpuso en mi camino mientras yo lo
hacía, sino más bien yo contaba con su ayuda y su ánimo, y también
con su compasión. Su simpatía, y sus oraciones y lágrimas, ¡las he
extrañado tanto, tanto! Nadie puede entender esto como yo misma.
Pero mi obra debía ser hecha. Ningún poder humano debe sugerir la
menor idea de que yo era influida en la obra que Dios me ha dado
que hacer en la presentación de mi testimonio a aquellos para los
cuales él me había dado palabras de reproche o de estímulo.
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He estado sola en esta tarea, absolutamente sola, con todas las
dificultades y todas las pruebas relacionadas con la obra. Sólo Dios
podía ayudarme. El último trabajo que debe ser hecho por mí en
este mundo, será hecho pronto. Debo expresarme con claridad, de
tal manera que, si es posible, no sea mal entendida.
No tengo una sola persona en el mundo que ponga algún mensaje
en mi mente o que me delegue algún deber. Estoy por decirle, Hno.
F, que cuando el Señor me da una carga [mensaje] para Ud. o para
algún otro, Ud. la recibirá de la manera que el Señor me la da.—
Manuscrito 227, 1902
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