Página 111 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Parábolas de los perdidos
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que su hermano había regresado, pero escuchó las demostraciones
generales de regocijo y preguntó a los siervos qué significaba todo
aquello. Se le explicó que su hermano, a quien creían muerto, había
regresado, y que su padre había dado muerte al becerro grueso para
él debido a que lo recibía como si hubiera resucitado de los muertos.
Entonces el hermano se enojó y no quiso ir a verlo ni a recibirlo.
Se sentía muy indignado debido a que se recibía ahora con tanto
honor al infiel, que había abandonado a su padre y le había dejado a
él la pesada responsabilidad de cumplir con los deberes que debían
haber compartido ambos. Este hermano se había entregado a una
vida de maldad y libertinaje, había dilapidado los bienes que su
padre le diera, hasta verse reducido a la necesidad, mientras que él
había sido fiel en el hogar al llevar a cabo todos sus deberes de hijo;
y ahora, este disoluto llega a casa y lo reciben con respeto y honor
superiores a todo lo que él jamás había recibido.
El padre suplicó a su hijo mayor que fuera y recibiese a su
hermano con alegría, debido a que estaba perdido, pero había sido
hallado; estaba muerto en delitos y pecados, pero vivía de nuevo;
había adquirido sensibilidad moral y aborrecía su vida de pecado.
Pero el hijo mayor manifestó: “He aquí, tantos años te sirvo, no
habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito
para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino éste tu hijo, que
ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el
becerro gordo”.
Lucas 15:29, 30
.
El anciano le aseguró a su hijo que siempre estaba con él, y que
todo lo que tenía era suyo, pero que era correcto que manifestara su
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alegría de esa manera porque su “hermano era muerto, y ha revivido;
se había perdido, y es hallado”.
Lucas 15:32
. Para el padre, el hecho
de que el perdido era hallado, el muerto había revivido, sobrepujaba
todas las demás consideraciones.
Esta parábola fue dada por Cristo para representar la manera
en que nuestro Padre celestial recibe a los errantes y arrepentidos.
El padre es aquel contra el cual se ha pecado; sin embargo, en la
compasión de su alma, lleno de piedad y perdón se encuentra con
el pródigo y le revela la gran alegría que significa para él que éste
su hijo, a quien creía muerto a todo afecto filial, haya llegado a ser
sensible a su gran pecado y negligencia, y haya vuelto a su padre,
apreciando su amor y reconociendo sus requerimientos. Sabe que