Página 48 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
especialmente F, han sido enredadas con los ardides hechiceros y
satánicos del espiritismo, y si F se ha de librar de este fango impío
de Satanás, que ha pervertido su sentido de las cosas eternas, tendrá
que hacer un esfuerzo poderoso. Se escapará por un tris. A usted
lo han cegado, engañado y hechizado. Usted no se ve a sí mismo.
Todos ustedes están muy débiles cuando podrían estar fuertes en la
verdad preciosa y salvadora, fortalecidos, establecidos y afirmados
en la Roca que es Cristo Jesús. Lamento profundamente. Tiemblo
por usted. Veo tentaciones a cada lado, y a usted con tan poco poder
para resistirlas.
Hermano E, se me mostró que usted está infatuado; usted está
engañado en cuanto a sus motivos y el verdadero propósito de su
corazón. Lo vi en compañía de la hija del hermano G. Ella nunca ha
cedido su corazón a Cristo. Se me mostró que se sintió conmovida y
convicta de pecado. Pero la conducta de usted no fue de tal naturaleza
que profundizara su convicción, o le diera la impresión de que estos
asuntos tenían especial importancia. Usted profesa que considera
sagrada la salvación del alma y la verdad presente. Ella no respeta
el sábado en base a un principio. Ama la vanidad del mundo y
disfruta del orgullo y las diversiones de la vida. Pero usted se ha
estado apartando tan gradualmente de Dios y de la luz, que no ve la
separación que la verdad produce necesariamente entre aquellos que
aman a Dios y los que son más amadores del placer que de Dios. Vi
que usted se sentía atraído a su compañía. Las reuniones religiosas
y los deberes sagrados eran de menor importancia, mientras que
la presencia de una mera criatura, que no tiene conocimiento de la
verdad o de las cosas celestiales, lo fascinó. Usted no ha hecho caso
de la abnegación y de la cruz, que están directamente en el camino
de cada discípulo de Cristo.
Se me mostró que si usted hubiera estado caminando en la luz
habría adoptado decididamente su posición en favor de la verdad.
Su ejemplo habría mostrado que usted consideraba la verdad que
profesa de tal importancia que sus afectos y corazón sólo podían ir
donde fuera discernible la imagen de Cristo. Cristo ahora le dice:
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¿A quién tendrás, a mí o al mundo? Su decisión debe hacerse aquí.
¿Seguirá usted los impulsos de un corazón no santificado, apartán-
dose de la abnegación y la causa de Cristo, pasando por encima de
la cruz sin levantarla? ¿O levantará esa cruz, por pesada que sea, y