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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
día. Si siente que debe comer por la noche, beba agua fresca y por
la mañana se sentirá mucho mejor por no haber comido.
No permitan que sus hijos coman caramelos, fruta o frutos secos,
o ningún otro alimento, entre las horas de las comidas. Para ellos,
dos comidas al día es mejor que tres. Si los padres predican con
el ejemplo, y siguen sus principios, los hijos pronto los seguirán.
Las irregularidades en la comida destruyen el tono saludable de
los órganos digestivos y cuando los niños se sienten a la mesa los
alimentos que ingieren no son saludables; sus apetencias exigen lo
que es más perjudicial para ellos. En muchas ocasiones sus hijos
han sufrido fiebres y temblores, causados por comidas inadecuadas,
cuyos responsables eran sus padres. Es deber de los padres procurar
que sus hijos adquieran hábitos que favorezcan la salud y, así, eviten
muchos problemas.
El hermano H corre peligro de padecer apoplejía y, si continúa
desobedeciendo las leyes de la salud, su vida puede acabar súbi-
tamente. En sus manos está ser una familia feliz o miserable. Sus
propias acciones determinarán el futuro. Ambos necesitan suavizar
las asperezas de sus caracteres y decir palabras de las que no se
tengan que avergonzar en el día de Dios. Establezcan como norma
de vida avanzar en la senda del deber. Desafíen las múltiples ten-
taciones que los asaltarán y sean fieles a la conciencia y a Dios;
así su camino será fácil para sus pies. Si discuten por cosas que no
merecen discusión todo cuanto obtendrán serán problemas. La senda
de justicia es senda de paz. Es tan llana que el humilde y temeroso de
Dios puede andar por ella sin tropiezo ni giros retorcidos. Aunque es
un camino estrecho, los hombres de distinto temperamento pueden
andar uno al lado del otro si sólo siguen al Capitán de su salvación.
Los que quieran seguir cargando con los malos rasgos de carácter y
los hábitos egoístas no pueden andar por este sendero porque, para
ellos, es demasiado estrecho.
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El Gran Pastor se esfuerza lo indecible por llamar por su nombre
a sus ovejas e invitarlas a seguir sus pasos. Busca al errante. Enciende
el faro de su palabra para advertirlos del peligro. Les habla desde
el cielo con advertencias y reprensiones y los invita a regresar a
la senda correcta. Quiere ayudar al descarriado con su presencia y
levantarlo cuando cae. Sin embargo, muchos se han adentrado tanto
en la senda del pecado que no escuchan la voz de Jesús. Abandonan